Skyfall (2012)
No creo en las casualidades y a la vez estoy convencido de que cada quien puede reescribir su destino, siempre y cuando entienda que el futuro es hoy y siempre es hoy. Cuando empecé a escribir este recorrido por las películas que me marcaron o que conllevaron a momentos emblemáticos en mi vida, note detalles cabalísticos como por ejemplo: cuando escribí y publique el pasaje en el que narraba el viaje a Caracas para el estreno de The Prestige y el Concierto de Ahí Vamos de Gustavo Cerati en Venezuela en el 2006, fue justo cuando se cumplían 13 años desde su último concierto en vida, que “casualmente” también fue en Venezuela. Sin contar ni planear que cuando vaya a publicar el capítulo décimo coincidirá con el estreno de una película que hará todo este recorrido una historia circular, y es que la existencia es como la poesía, gira y rima. Todo esto a propósito de que en este episodio, el número siete, que sigue esa sincronía natural, les contaré sin haberlo mapeado así, mi aproximación a Bond, James Bond, el agente 007.
Cuando vivía con mis padres existían dos bibliotecas y dos videotecas en casa, debido a que mi padre y yo compartimos el amor por leer y disfrutar de una buena película, así que cada uno tenía sus colecciones respectivas. Siempre observaba en su espacio para sus DVDs y BluRays un lugar privilegiado para las películas de James Bond con Sean Connery así como entre sus libros varias obras de Agatha Cristie. A pesar de eso, admito que por mucho que intenté compartir ambos gustos, y que en su momento casi Pierce Brosnan logra que me enganchara con la saga del personaje de Ian Fleming, no fue hasta Skyfall de Sam Mendes (Road to perdition) con Daniel Craig como el ahora rubio Bond, que la mitología del agente con licencia para matar me hizo click, como ocurrió con otra película de ese actor (Knives Out) con la narrativa de Who Done it? de Agatha Christie.
Hasta ese instante Daniel Craig ya había estrenado dos entregas anteriores de la saga, e incluso aunque Casino Royale del 2006 es una genialidad, en su momento no me sorprendió porque sentí que Batman Begins había hecho lo mismo un año antes; contar como precuela la historia de cómo un personaje iba descubriendo y armando las piezas de su rompecabezas, solo que ahora casi veinte años después, entiendo la estupidez de esa idea de que es una obra u otra, ese tema actual de tener que elegir, de lo mejor o lo peor, en un mundo de inclusión las opiniones se volvieron binarias. Pero lo que si tenia claro durante ese tiempo cuando la tendencia era las tramas de orígenes, la del agente secreto estaba junto a la de Batman y First Class, entre las mejores, ya que la mayoría de las veces hay personajes que hay que dejar en su misterio, sino se le roba el misticismo, la magia. Cómo el sacrilegio que cometieron contra Hannibal Lecter en Hannibal Rising.
Bueno, volvamos al 2012, cuando el intro con la canción de Adele marco en mi desde el inicio una conexión personal : “Deja que el cielo (sky) caiga (fall) cuando se desmorona, vamos a mantenernos erguidos, enfrentalo todo juntos” cantaba mientras James Bond caía al agua víctima de fuego aliado. Iniciando así, su periplo de resurrección, y es que, ese es el leitmotiv de Skyfall, la muerte y el regreso, no rendirse más allá del sufrimiento y el peso que se deba cargar, como muy bien lo ilustran en una escena con la cita al poema Ulises de Tennyson: “Aunque mucho fue quitado, mucho permanece; y aunque no somos ahora aquella fuerza que en antaño movió la tierra y el cielo; lo que somos, somos; Un temperamento igual de corazones heroicos, debilitados por el tiempo y el destino, pero fuertes en voluntad. Para luchar, buscar, encontrar y no ceder”.
Tantos ejemplos, como reforzando un concepto, el alma de ese film, como cuando Judi Dench le pregunta a Bond al volver después de haber sido dado por muerto, "que estaba haciendo?", él sólo contestó, "disfrutando la muerte" y cuando Javier Bardem luego de atraparlo quiso conocer si el agente británico tenía algún hobbie, él respondió solamente, "resurrección". Esa palabra siempre ha conectado conmigo desde niño, cuando veía los Caballeros de Zodiaco y estaba fascinado con el caballero del Fénix, que resurgía de las cenizas y regresaba de entre las llamas. De él aprendí la frase “sin claudicar”. No ceder, no rendirse, continuar, así parezca que es imposible. Siempre ha sido mi mantra, el significado detrás de esa ave mitológica, por algo mi nombre es René, que viene de Renato y significa renacido, una palabra que me ha definido y que me ha ayudado en distintos momentos en mi vida en que he tenido que resucitar, levantarme después de caerme, en el eterno comienzo hasta llegar al lugar y momento correcto.
Lo preciso, lo certero, como las pinceladas del pintor en fotografía Roger Deakin, un artesano de la imagen y su belleza, que con cada escena, juego de colores, luces y sombras, lograba como James Bond cuando seducía a cada nueva chica Bond, encantar a mis ojos y mi mente, sobre todo en una escena en la que James debatía con Q sobre si la edad era igual a eficiencia o la juventud a innovación, mientras contemplaban el cuadro de J. M. W. Turner, El último viaje del Temerario (The Fighting Temeraire).
Dicho cuadro un año después cuando tuve la fortuna de volver a Escocia, se convirtió en mi mayor motivación para conocer la Galería Nacional de Inglaterra, pues no solo retornaría al que hasta la fecha, es el país que más me ha encantado conocer y al que volvería mil veces(Escocia), sino que tal cual Harry Potter buscando el andén ¾ en la estación King's Cross de Londres, así de emocionado estaba al viajar en tren desde Edimburgo hasta la capital británica. En un tiempo antes de grandes avances en celulares inteligentes, la proliferación de aplicaciones o la posibilidad de aprender de todo en 5 minutos gracias a un tutorial de Youtube, me encargue old fashion way a usar cada mapa de recorrido y tríptico de los museos para poder hacer posible que mi esposa en ese momento, pudiera cumplir su deseo de conocer sus obras favoritas expuestas en el Museo Británico, la Galería Nacional y el Tate Modern, ya que solo teníamos una tarde, el resto del día seria para conocer con una película terrible el formato IMAX (era ver a Vin Diesel en Riddick 3 o quedar con ese pendiente) y visitar el Madame Tussauds.
Fue todo un éxito la misión, ya con un recorrido a las obras puntuales el tiempo rindió lo suficiente para que ambos pudiéramos con calma dar una última caminata en la Galería Nacional por separado, para mi el momento para lograr lo que quería desde que supe que conoceríamos juntos la Galería donde Bond recibe los Gadgets de Q. No fue precisamente Navidad para James pero si para mi. Buscando el lugar donde estaba ese banquillo que salía en aquella escena, lo conseguí pero no estaba El último viaje del Temerario, se encontraba en otro lugar de la galería según un guía que me explicó que habían cambiado de puesto la obra porque en su posición habitual no había donde sentarse y poder rodar la escena (un bello ejemplo de como incluso lo real en las películas es ficción)
De camino a la ansiada obra atravesé una suerte de habitación que conectaba dos salas, y allí estaba, como desapercibido, pero capturando toda mi atención, como el amor a primera vista que ocurre supuestamente por accidente pero puede perdurar toda la vida, estaba el cuadro, de Tiziano Vecellio. Alegoría de la prudencia la pintura de un hombre joven, otro maduro y un viejo, cada uno con una respectiva efigie de animal debajo de ellos, la cabeza de un perro corresponde al joven, otra de león al hombre maduro y finalmente un lobo como avatar destinado al anciano, junto a una leyenda que decía:
EX PRAETERITO / PRAESENS PRVDENTER AGIT / NI FVTVRA[M] ACTIONE[M] DETVRPET
"A partir del pasado, el presente obra con prudencia para no arruinar la acción futura"
Es increíble como hay creaciones que conectan a un nivel tan individual que el corazón te engaña y te hace creer que esa música, imagen, textura y color, hablan solo tu idioma, estimulan tus sentidos, emociones y pensamientos de forma única y a nadie mas, a nadie más que a ti, porque aun cuando es ajena es tuya, el egoísmo en su forma más pura. Minutos después conseguí El último viaje del Temerario, pero esa pintura que tanto anhelaba al final fue en propósito lo que hizo posible la seducción de la Alegoría del tiempo , y nada que ver con los méritos de una obra sobre otra, es algo que no tiene relación con eso, no es una competencia o un duelo, es indefinible, pero básico y sincero.
Han pasado diez años y esa pintura siempre evoca en mí, los recuerdos buenos y malos, los errores y los aciertos, todo como un gran maestro, que debes recordar no olvidar cada día para no hacer aún más difícil e incierto el futuro más allá de lo intrínseco en su naturaleza, pues es humo que merece ser tratado como un sólido impreciso.
Mi imaginación siempre crea la escena de cuatro hombres llamados: Hoy, Ayer, Después y Tal vez, sentados en una mesa circular. Jóven, hombre, viejo y borroso, sin rostro. Reían, nostálgicos y soñadores, sin saber por qué. Un joven contradictorio y altivo, dueño de razón y versión única, aún preso sin saberlo de sus inseguridades y dudas, El hombre ansioso, infecto de resentimiento y desesperación, lleno de recuerdos, promesas rotas, excusas y reconquistas. Perdido, víctima de la culpa y del miedo que retiene y ciega en su penumbra. El anciano, con su parsimonia y perspectivas, se detiene y deleita, libre de la seguridad de un nuevo día, invitado vitalicio de salas de espera y despedidas, maestro de consejos que no siguió en su momento, y el difuso, gordo de posibilidades, con verborrea de realidades alternativas, tantos rostros y a la vez ninguno, dueño de fantasías que ocultan verdades, como realidades que disfrazan sus mentiras. Los cuatro juntos brindaron a la salud de un deseo incógnito, que desconocía si se había sido o no cumplido.
La ironía que una película de acción me inspiraría a nivel poético como en su momento lo hizo la Sociedad de los poetas muertos y su carpe diem, reside en que nada se debe subestimar, nada debe ser definido del todo por un precepto. Con respecto a Bond y su saga cinematográfica, hoy dos películas después, puedo decir que Skyfall fue como esa pintura que conectó conmigo al punto que dudo que otra versión y misión de 007, logre lo mismo, y está bien, con una basta y sobra.
Solo rescato la canción de la última entrega cuando Skyfall cumplió una década
That I'd fallen for a lie? ¿
You were never on my side
Fool me once, fool me twice
Are you death or paradise?
Now you'll never see me cry
There's just no time to die
No hay tiempo para morir...
Ciertamente como buenos fénix.
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