sábado, 9 de agosto de 2025

El terror al trono: Weapons y la década más incómoda del cine

 

Weapons Review 4/5 Rene R.R


El terror dejó de esconderse. De género olvidado a rey indiscutible de la taquilla, hoy vive su momento más brillante. Weapons lo demuestra: el “terror elevado” ya no es un título de moda, sino un cliché que aquí se rompe sin piedad.

No hay pretensión, solo miedo cercano. Ese que se cuela en tu casa, se sienta en tu cama y te acompaña cuando cierras los ojos. Historias tan próximas a lo que vivimos… y a lo que preferimos no enfrentar.






Cada década tuvo su monarca cinematográfico:

  • 70s: cine de autor y paranoia política.

  • 80s: blockbuster y fantasía escapista.

  • 90s: thriller y experimentación postmoderna.

  • 2000s: franquicias nacientes y remakes fáciles.

  • 2010s: superhéroes y multiversos.

    Hoy, el trono cambió de manos. El terror lo tomó con fuerza: propuestas originales, temas urgentes y apuestas visuales que parecen suicidios comerciales… hasta que revientan en taquilla.



    Ya no hablamos de monstruos con máscara, sino de los que nacen en lo más oscuro y humano: salud mental, abuso, duelo, soledad, trauma. Películas como Smile, Cuando Acecha la Maldad, The Substance y ahora Weapons no necesitan secuelas forzadas ni remakes número cien para ser relevantes. Se vuelven conversación. Se vuelven espejo.

    En Weapons, Zach Cregger (Barbarian) confirma que la voz autoral es la nueva sangre del género. Su propuesta combina la emocionalidad coral de Magnolia (Paul Thomas Anderson) con la tensión asfixiante de Prisoners (Denis Villeneuve), filtrada por un humor macabro que incomoda y fascina. El resultado: una narrativa que cambia el punto de vista y se atreve a cerrar con un giro final que no busca gustar, sino dejarte inquieto.

Ese es el nuevo poder del terror: incomodar para quedarse en tu cabeza.



En Weapons, Zach Cregger estructura el relato como un mosaico emocional donde cada personaje encarna una etapa distinta del duelo, revelando el verdadero núcleo de la historia: la pérdida y cómo se procesa. Justine (Julia Garner) es la Negación, atrapada en la imposibilidad de aceptar lo ocurrido; Archer (Josh Brolin) es la Ira, canalizando su dolor en una furia implacable; Marcus (Patrick Fischler), el director, representa la Negociación, intentando pactar con la realidad para evitar el derrumbe; Paul Morgan (Alden Ehrenreich) se hunde en la Depresión, reflejo de un mundo que se apaga; y Alex Lilly, el niño, es la Aceptación, enfrentando la verdad para permitir que el ciclo se cierre. Esta estructura convierte a Weapons en algo más que un thriller: es un retrato coral del duelo, filmado como un rompecabezas que solo se entiende al ver todas sus piezas.


    En definitiva, el género de terror ha aprendido en la última década a leer mejor las emociones y ansiedades colectivas, adaptando sus narrativas para tocar fibras más reales y actuales: desde el miedo a la soledad en la hiperconexión digital hasta el terror psicológico que se siente más cercano que cualquier monstruo ficticio. Esa capacidad de hablarle directamente a las inseguridades de la audiencia —sin perder el factor entretenimiento— ha hecho que hoy conecte con un espectro más amplio y diverso de espectadores. En contraste, el género de cómics, aunque visualmente imponente y lleno de nostalgia, ha tendido a repetir fórmulas y depender de universos ya conocidos, lo que en algunos casos ha generado fatiga en el público. El terror, en cambio, se está ganando la lealtad de quienes buscan historias frescas, emocionalmente intensas y con un reflejo más nítido de sus propios miedos contemporáneos.


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