jueves, 30 de marzo de 2023

Luz, cámara y recuerdos: Memorias de un cinéfilo

 


Escoger qué películas ver según quién te acompañe es todo un arte, nunca es lo mismo que con esas que disfrutas ver mil veces sin que nadie te juzgue, esas que logras redescubrir, las que son las mismas, pero el que cambia eres tú ( Garden State o Wonder Boys ) las circunstancias y perspectivas, se suman nuevos detalles, diálogos que ahora resuenan diferentes por otras experiencias vividas. 





Muy diferente situación las sesiones de cine con tus padres luego de que ya eres mayor que ellos cuando te tuvieron, esos momentos de reencuentro y compartir, es clave, buscar una película con estructura clásica, fácil de entender, que en los primeros 10 minutos se sabe de qué va, obvio con al menos un actor nominado al Oscar (si es ganador aún mejor) y si tiene un mensaje, moraleja o mucho drama saca lágrimas, listo, ¡bingo! cero polémica.


Están esas de ver con los amigos cinéfilos anti Hollywood, Coreanas o alemanas, bien crudas, dobladas, nunca; idioma original con subtítulos diminutos. Si es versión del director con algo de Gore seguro será una buena velada de pizzas y cervezas con final abierto y búsqueda en wikipedia o algún podcast para terminar de entender el argumento. 





Por último las que se ven en pareja, dependiendo de la personalidad de tu acompañante, pueden ser maratones de sagas si son fans de las mismas ficciones o un punto intermedio, un una y una: una comedia romántica o esas basadas en hechos reales alternada con la Naranja Mecánica y Back to the Future, todo es posible salvo un gusto que cancele al otro, un género tabú casi prohibido para ver juntos.   


Cada película es como la canción que forma parte de tu soundtrack personal, es tu zona de paz, una mezcla entre nostalgia y novedad, una pastilla anti estrés, depresión o rabia, que algunos necesitamos a diario tomar; y aquí voy a iniciar un viaje al pasado hasta llegar al hoy, con esos recuerdos, esas personas que me acompañaron en ocasiones como cómplices de los silencios o aplausos al aparecer los créditos luego de un fundido a negro, mi top 10 con opción a un bonus track, 10 películas (tal vez 11), 10 momentos en mi vida.



Batman de Tim Burton (1989)


Tratar de recordar, intentar revivir un momento que tal cual tatuaje o cicatriz, dejó una marca, una musa, la imagen en cámara lenta y rápida, personalmente editada, es sumamente fácil; solo es complicado cuando se trata de algo ordinario, pero nunca con la extensión de un evento convertido en memento, en una creación un tanto real y ficción.

Cierro los ojos y le hago trampa al primer recuerdo relacionado con el cine que trae mi memoria, por lo vago en su definición, solo retazos de imágenes cuando tenía 4 años en 1986: mis padres a la salida del Teatro Landia en Maracaibo después de ver King Kong Lives. Casi como una fotografía gastada, sin color y desenfocada, a diferencia de la exactitud de aquel junio de 1989 cuando junto a mi Papá, hacía fila para entrar a ver a Batman.


Casi puedo oler las cotufas, pochoclos o pipocas en la larga y ancha fila para comprar las entradas, y poder ingresar al Cine Altamira, una emblemática y pionera Sala de Cine de mi ciudad natal que estaba construida en la planta baja de un edificio clausurado por una estructura mal ejecutada, el esqueleto de algo que nunca cumplió su propósito, y que causó década y media después el cierre de la sala, algo igual inminente conforme se propagaban las salas múltiples de Centro Comerciales.


Era el tiempo de vendedores en plena calle que ofrecían merchandising pirata de películas. Tengo grabada la imagen de cada camiseta, chapa y vaso estampados con el mejor logo en la historia de adaptaciones del personaje de DC, el símbolo del murciélago con fondo amarillo. Aumentaba la expectativa ya sentados en nuestras butacas en espera de que se apagaran las luces y el proyector se encendiera. Tantas cosas que conectan al Caballero de la Noche, la creación de Bill Finger y Bob Kane con el hombre que amo, mi padre, empezando por la gran coincidencia que comparten día de cumpleaños (o creación) el 30 de Marzo.



Más allá de lo obvio, lo inherente en la tragedia de Bruce Wayne, el miedo de todo niño: perder un padre o terminar siendo huérfano; se conjugaba al hecho de que tiempo antes del estreno de la película, tuve una operación correctiva en mis dos pies y pase un par de meses con las piernas enyesadas y moviéndome en silla de ruedas, algo que paradójicamente recuerdo con cariño pues mi papá, inteligentemente, me había regalado una montaña de comics de Batman.



Así que allí estábamos los dos frente a la gran pantalla, inmersos en la música teatral, una suerte de fantasma de la ópera de Danny Elfman, el imaginario gótico icónico de Tim Burton, y el hipnótico y perfecto Michael Keaton con su ”I am Batman”, y es que nadie ha logrado aún, lograr una mejor voz para el Gran Detective, salvo el difunto Kevin Conroy en la versión animada. Imposible pasar por alto al maquiavélico y magnético Jack Nicholson, gracias a él, termine siendo un niño que disfrutaba sentarse a ver en Betamax One Flew Over the Cuckoo's Nest y The Shining.


    En simultáneo junto al disfrute de la película y la conexión con mí padre, tuve una epifanía, descubrí, definí y fijé (hasta hoy 34 años después) a la sala de cine como mí templo, me sentí emocionado, con la certeza de pertenecer, de estar en paz, un lugar donde incluso solo siempre estaría acompañado, caminando entre pasillos con afiches enmarcados. No al azar mis salidas favoritas siendo niño no eran a una plaza o parque, un Arcade o franquicia de comida rápida, sino a un vídeo club. Así no resultó raro pedir en navidad un reproductor VHS y otro el año siguiente para poder grabar y crear mí propia y primera videoteca.


"You gonna get nuts? Come On! Let's get Nuts!"




     Decía un enloquecido Bruce Wayne, una línea traducida en subtítulos que no alcanzaba a leer a mis casi 7 años, pues cambiaban muy rápido. Pero no había problema, mí papá en susurros casi al oído para no molestar a los demás me leía: "Te quieres volver loco?. Vamos!. Vamos a volvernos locos!" Eran otros tiempos en que salvo una película animada de Disney, todo venía en idioma original. Cómo extraño aquel momento.



    Salimos del cine y sencillamente fue el inicio de una tradición, ir a cada estreno de una película de o con Batman. Desde aquel primer viaje sin mis padres a Caracas en el que pude ver con mis primos Batman Returns en 1992, para terminar locamente enamorado de Michelle Pfeiffer. Pasando por el sillón reclinable más confortable en el que disfrute en Sala Premium en el 2008, tal cual vaso con Whisky de una sola malta a la obra maestra que es The Dark Knight de Christopher Nolan, y enloquecer con el Joker de Heath Ledger. Vivir toda la montaña rusa y absurda que fue poder ver durante la pandemia la visión de Zack Snyder de la Liga de la Justicia, o tragarme la lengua después de la sorpresa que fue,como hater de Twilight, disfrutar del Batman de Robert Pattinson, con ese estilo tan Sev7n.







   Han pasado los años y que ahora suman décadas, en las que alegorías en pozos y escaleras en las películas del murciélago me vuelan la cabeza, ver al héroe subiendo por un pozo libre de miedos luego de caer y ser víctima de nuevas fobias o al payaso bajando bailando por escaleras que conducen a su infierno después de subirlas taciturno y lúgubre, incapaz de rozar al cielo,  cada uno por su lado antes les tocó hacer lo contrario, caer y ascender, miedos y daños, valor y caos.







    La gran diferencia y dilema entre justicia y venganza. Sencillamente una historia que me regaló y le sigue dando inspiración y escape a mi vida.





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