A finales de los años 70, Richard Donner y Christopher Reeve lograron que el mundo creyera que un hombre podía volar. En 2013, Zack Snyder y Henry Cavill plantearon una pregunta inquietante: ¿cómo reaccionaría la humanidad si descubriera que un ser con el poder de un dios vive entre nosotros? Ahora, en 2025, James Gunn —junto a David Corenswet— abre las páginas de un cómic directamente en la pantalla de cine. Sin miedo al ridículo, pero con todo el optimismo del mundo, inyecta a esta nueva versión del primer superhéroe de la historia (a punto de cumplir 90 años) una mezcla vibrante de color, inocencia, ciencia ficción y fantasía. En un mundo cada vez más cínico, Superman vuelve a recordarnos lo que significa creer en lo imposible.
Después de haber explorado hasta el cansancio, a nivel argumental, el origen del personaje —ese bebé que escapa de Krypton antes de su destrucción—, su enfrentamiento con el General Zod, o incluso su muerte y resurrección, es momento de dar un nuevo paso. Esta película se siente como un episodio extendido de Las aventuras de Superman, la serie animada de los 90. Es como subir a un tren que ya va en marcha, sin detenerse en la estación del origen. Así fluye la trama: directa, sin introducciones innecesarias, lo que seguramente la hará más accesible, digerible y disfrutable para los fans del cómic.Y es ahí donde radica tanto su mayor virtud como su debilidad. Lo que la hace ligera, dinámica y ágil también le resta solemnidad, dándole la sensación de ser un gran episodio de una serie más que una épica cinematográfica. Por eso queda por debajo de Man of Steel o Superman: The Movie, aunque sin caer en ser irrelevante. Se ubica en ese punto medio exacto: una pieza funcional y necesaria dentro del rompecabezas más grande que es Superman.
Lo mejor, sin duda, es la química entre Lois Lane y Superman (digo Superman y no Clark Kent, porque al igual que en The Batman de 2022, esta entrega pone el foco casi exclusivamente en el héroe, relegando al alter ego—una tendencia cada vez más común en las adaptaciones de cómics). También destaca Krypto, presentado como un perro tan adorable como incontrolable; Mr. Terrific, la gran sorpresa de la película; y un Nicolas Hoult que nos entrega un Lex Luthor inquietante, uno que perfectamente podría existir en esta extraña simulación en la que vivimos.
No puedo cerrar sin señalar algo tan fascinante como preocupante: la cultura pop se comporta como un bucle de retroalimentación infinita. El Superman de Richard Donner inspiró la estética saturada y casi campy del Spider-Man de Sam Raimi, y ahora el Superman de James Gunn toma elementos visuales y narrativos de Raimi, cerrando el círculo. Lo mismo ocurre con 28 años después, secuela de 28 días después —película que influenció a The Walking Dead y The Last of Us—, que ahora bebe de esos mismos productos que alguna vez inspiró. Es un fenómeno curioso: el pasado moldea el futuro, y el futuro reinterpreta al pasado con una mirada nueva, casi nostálgica, casi irónica.
Y quizás eso es lo que más necesitábamos: que alguien nos recordara que la luz sigue ahí, aunque el cielo esté nublado. Superman 2025 no intenta cambiar el juego, solo devolvernos la emoción de estar en él. Y cuando el símbolo de la esperanza regresa, no importa si ya sabemos volar; lo importante es volver a mirar hacia arriba.
Luz, cámara y recuerdos: Memorias de un Cinéfilo
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