Rumbo a 5 años fuera de mi país con todo lo dejado atrás, por falta de lugar en dos maletas, puedo decir que lo que más extraño en lo material, es mi colección de películas y discos en físico. Ahora resulta extraño hablarle a alguien sobre querer invertir en una videoteca, pero nada como tener en tus manos una película, cuidar su empaque y disfrutarla al máximo de su calidad de sonido y resolución sin depender de un buen Internet o de su popularidad para su permanencia en un catálogo de streaming, y es que la música y películas en apps son como los masters para los músicos(arte que nunca será tuyo) A diferencia de una casa hipotecada que al terminar de pagar pasa de ser del banco a ser tu propiedad; con el formato físico pasa lo mismo, lo pagas, es tuyo, estará contigo mientras lo cuides (como todo en la vida), en cambio lo virtual, es efímero, a un click de distancia es fácil darlo por sentado y no valorarlo o sencillamente con menos trabajo para verlo más fácil descartar e ir al siguiente “contenido”. Además es el tema de depender de una suscripción, de la existencia de una aplicación y de la vigencia y vistas de la obra en cuestión, es algo rentado, prestado, solo que no tienes que rebobinarlo antes de entregarlo, pero puede desaparecer para siempre en el momento menos pensado fuera de tu control.
Teniendo todo eso en cuenta, la saga de Batman, volverá a estar en mi repisa, siempre encuentro en ella algo nuevo, y también, es como dejar de depender de tener tus momentos encerrado en una red social o en la memoria de tu teléfono, sino libres en el mundo físico, fotografías palpables luego de ser impresas y felices decorando un porta retrato, para así poder tener esos instantes importantes a tu vista y alcance, como un disco que te provoca al tenerlo en tus manos escucharlo completo, más allá de los sencillos o tus canciones favoritas. El mismo principio del libro tradicional vs el digital; el primero es más tuyo, lo quieres cuidar y está ese roce de tus dedos con las paginas, es poder leerlo libre de dispositivos sentado en la grama de una plaza, es libertad y simpleza. Como diría Charly García sobre el vinilo, “la música es fricción, la aguja acariciando el acetato”. Lo inherente en lo que puedes percibir con el tacto.
Algo adicional de tener una película en físico, aparte del arte de su empaque o caratula, son sus extras: amo un buen documental tras cámaras, las joyas como Indiana Jones, Jurassic Park y Back to the Future, tienen historias detrás de bambalinas que son igual de interesantes que las propias películas en sí mismas. Por ejemplo la aventura de Marty Mcfly contaba con Eric Stoltz en vez de Michael J Fox como protagonista en principio hasta el inevitable y milagroso recast.
Para mi los dramas detras de camaras, los afortunados accidentes y analizar películas y su impacto o permanencia en el tiempo, son aspectos que uso como anteojos para mi visión de la vida misma, pues así como hay artistas y cineastas que a pesar de su talento sus obras no son apreciadas (es contigo Gattaca) muchos llegan a la cima para luego caer al olvido, y muchos tienen la oportunidad de un regreso y reinvención. Lo mismo con lo inútil de la obsesión por la perfección, la existencia es manejarse con las herramientas que se cuentan de la mejor manera, es como Spielberg apoyado en la partitura de John Williams gracias a su fallido falso tiburón; de las carencias brota la creatividad.
Otra analogía es la de esos recuerdos que optamos por olvidar, esos momentos que sin ser secretos preferimos no mencionarlos porque no aportan nada, incluso pueden llegar a restar, lo mismo pasa, con las escenas cortadas, la mayoría de las veces se entiende su exclusión, pero en otras son evidencias del crimen, de haberle negado a un film la posibilidad de ser mucho mejor. En ocasiones también pasa cuando alguien de nuestro pasado nos ayuda a recordar una escena vivida que nos hace revaluar una experiencia que creíamos aburrida o dolorosa.
Recuerdo hace diez años cuando junto a mi amigo Felipe(fan acérrimo de Superman como yo de Batman) luego de un despecho electoral y nacional y una tarde de escuchar discos de acetato de Soda Stereo y Sentimiento Muerto, decidimos drenar nuestra frustración política como venezolanos, haciendo lo que compartimos como terapia, crear y hablar de lo que amamos. Así que ideamos dos podcast (Todocinefansradio & Vinilo en español) y como bonus track, decidimos hacer algo más, para calmar la ansiedad por querer ver ya Man of Steel, la nueva versión de Superman, que tendría ese toque oscuro y “real” que le había dado Christopher Nolan a Batman en The Dark Knight(digamos lo más factible que se puede plantear a un hombre vestido de murciélago y otro alienígena buena onda que vuela y dispara rayos de calor con sus ojos) Así que allí estábamos una caja de cerveza después, sentados reeditando en mi computadora Superman Returns del 2006.
En nuestra versión de Superman Returns con sus respetos a Bryan Singer, el director de dos de mis películas favoritas de X Men: X2 & Days of Future Past; salvamos de sus buenas intenciones (sabemos que de ellas también salen cosas atroces) una producción enferma de nostalgia por la mística de Christopher Reeve, y es que, ahora más que nunca que todas las producciones están infectas y sustentadas en nostalgia, es claro, que la nostalgia sola no solo no puede justificar una película sino que tiene que ser el armazón o la cereza de algo más, la extensión de la remembranza, como por ejemplo una observación novedosa del personaje como la que hizo Quentin Tarantino en Kill Bill.
“Batman es en realidad Bruce Wayne, Spider Man es en realidad Peter Parker. Cuando ese personaje se despierta por la mañana, es Peter Parker. Tiene que ponerse un traje para convertirse en Spiderman, y es en esa característica en la que Superman se queda solo. Superman no se convirtió en Superman.Superman nació Superman. Cuando Superman se despierta por la mañana, es Superman. Su alter ego es Clark Kent. Su traje con la gran S roja es la manta en la que estaba envuelto de bebé cuando los Kent lo encontraron. Esa es su ropa. Lo que lleva Kent; las gafas, el traje de negocios... ese es el disfraz. Ese es el disfraz que Superman lleva para mezclarse con nosotros. Clark Kent es como Superman nos ve, ¿y cuáles son las características de Clark Kent? Es débil, inseguro de sí mismo, cobarde. Clark Kent es la crítica de Superman a toda la raza humana”.
Así que con lo que existía y como pudimos cortamos grasa y redundancia e incluimos una de esas evidencias de crimen, la escena eliminada del Superman de Brandon Routh visitando los restos de su planeta Krypton; redujimos también el metraje de dos horas y media a 120 minutos, cambiamos el orden de escenas, creamos elipsis donde nos las había y eliminamos la subtrama del hijo que desconocía tener con una desmemoriada Lois Lane, amalgamando mejor esta historia con las versiones de Richard Donner de Superman 1 & 2 (que en realidad es una gran película partida en dos).
Snyder se atrevió años antes, con éxito en mi opinión, a adaptar en el 2009 a la mejor novela gráfica de la historia, Watchmen, un comic que es una obra literaria, a la altura de lo que se te ocurra: Quijote, Rayuela o 100 Años de Soledad. Para luego con Man of Steel jugar con un estilo visual que era una suerte de mezcla entre los directores Terrence Malick y Christopher Nolan junto a su estética propia. Slow Motion, colores desaturados, alegorías religiosas (su trilogía de Superman es básicamente: Pasión, muerte y resurrección) y una banda sonora de la mano de Hans Zimmer, que logró lo imposible, igualar, sino superar, al leitmotiv de John Williams. No puedo no resaltar, que a pesar de que es una genialidad el General Zod de Terence Stamp, la versión de ese personaje que hizo el actor Michael Shannon le imprimió lógica y humanidad (es extraterrestre, pero bueno ustedes me entienden) dentro de su accionar despiadado y brutal. Un ser cuyo propósito es la protección de su pueblo, que se encuentra sin planeta, con su civilización extinta y con la posibilidad de traerlos de vuelta. Cómo no entender su motivación si la vida sin propósito es respirar en la nada misma.
El director siguió su visión del universo expandido de DC con la continuación de Man of Steel, Batman v Superman, cuya versión extendida, un Director Cut titulado Batman v Superman Ultimate Edition, corroboran lo que les hablaba antes sobre las evidencias de crimen, las escenas cortadas que nunca debieron ser eliminadas, y es que esa película con 30 minutos adicionales, es años luz mejor que el Frankenstein mal montado que fue la versión que decidieron estrenar en el cine en el 2016. Para finalmente cerrar su trilogía con uno de los casos con mayor drama tras cámaras en la historia de Hollywood.
Sin ser supersticioso (bueno solo un poco) no se puede tapar el sol con un dedo, Superman y sus películas y varios de los actores que lo han interpretado han estado vinculados a complicaciones, polémicas, misterio y tragedias. Por citar algunos: la misteriosa muerte de George Reeves, el Superman de la serie de los 50 que curiosamente fue interpretado por un Batman, Ben Affleck, en la película sobre su asesinato sin resolver; tenemos también el devastador accidente de Christopher Reeve que lo ato a una silla de ruedas con respiración asistida; la injusticia que fue que le quitaran Superman II a su director Richard Donner para dársela a otro quien con solo eliminar algunas escenas e incluir otras se robo el crédito, cuando el primero había logrado la titánica tarea de hacer que la audiencia de los 70 creyera que un hombre pudiera volar, además de rodar en su mayoría de forma continua la primera y segunda parte de la historia, estrenadas en 1978 y 1980 respectivamente.
No fue hasta el 2006 que se reparó ese error y se le permitió a Donner hacer el montaje que originalmente estaba planteado, incluyendo la inclusión de Marlon Brando. Cabe también mencionar, el intento fallido de filmación de una película sobre el último hijo de Krypton bajo la dirección de Tim Burton y con Nicolas Cage como Clark Kent/Kal El, la misma fue cancelada a días de empezar su producción, y de ella, solo queda un documental de como no se hizo, algunos videos de preproducción con pruebas de vestuario, conceptos de arte, y un par de fotografías de Nicolas Cage con su super traje. No puedo no mencionar que Cage nos dejo un bizarro seudo Batman a los Adam West bien psicopata en Kick Ass.
Todo este recorrido histórico desastroso nos trae al descalabro que fue el cierre de la trilogía del Hombre de Acero, el Superman de Zack Snyder, la película Justice League, un film que tuvo interferencia del Estudio desde el dia uno, por las malas reacciones a la entrega anterior de la saga y por esas ganas estupidas de querer igualarse al Marvel de los Avengers y no ir más por la ruta de ofrecer otra cosa, de diferenciarse, de ser originales. Lo de la Warner con Zack Snyder fue como contratar a M. NIght Shyamalan y no esperar un plot twist al final o a Wes Anderson y pretender que no sea peculiar y colorido. Como si no fuese suficiente esa tensa situación se mezcló con la triste noticia del suicidio de la hija del director; una muerte temprana, sin sentido y desgarradora para sus padres (Director y Productora del film) los cuales se vieron obligados a dejar en otras manos la post producción, estreno y crédito de su obra.
No sería hasta Marzo del 2021, casi 3 años y medio después, en medio de la pandemia y gracias a una campaña de hashtags y redes sociales, en el contexto del auge de las plataformas de streaming como Netflix, que el Estudio accedió a hacer lo justo para Zack Snyder y lo conveniente para ellos en ese momento en que el mundo permanencia encerrado en casa y necesitaba saciar su gula de contenido(por mucho que lo ame y sea un arte, el cine también es un negocio, es Show Business no Show Friends) lo importante al final fue que Snyder pudo editar su película sin preocuparse por la duración del metraje, y así con 4 horas culminó su visión de los Dioses de la mitología moderna, en vez de Zeus, Hades, Atena o Poseidon, era el tiempo de Superman, Batman, Wonder Woman, Aquaman, Cyborg y Flash (Green Lantern tuvo que esperar su momento en Superman de James Gunn en el 2025, una película que muestra que asi como el Superman de Richard Donner inspiró la estética saturada y casi campy del Spider-Man de Sam Raimi, ahora el director de Guardianes de la Galaxia toma elementos visuales y narrativos de Raimi, cerrando el círculo )
Como buen fan de DC y de la Justicia para los realizadores, hice coincidir la publicación de mi segundo libro, el poemario 100 Fragmentos de un ojo gris con el estreno de Zack Snyder’s Justice League. Y así llegamos a este 2023, lleno de lo que tanto se ha permeado en las carteleras de cine desde el estreno del Episodio VII de Star Wars, The Force Awakens, la nostalgia. Volver a ver a Harrison Ford como Han Solo 30 años después en el 2015 y ahora como un deja vu a 1989, año en el que tuvimos algunos la fortuna de ver en una sala de cine a Indiana Jones y la Última Cruzada y a Batman, ahora tendremos este Junio, otra vez a Harrison Ford como el legendario arqueólogo con látigo y sombrero y a Michael Keaton como el caballero oscuro estilo Tim Burton.
Una máquina del tiempo, en dos entradas para el cine, un Delorean en el que viajamos junto a nuestros actores y héroes, a un tiempo en el que nuestra única preocupación era asistir al estreno de una película. Me siento afortunado de haber sido un niño de los 80, haber crecido en mi década favorita, los 90, y vivir ahora como adulto, en estos tiempos en los que el presente está lleno de tanto futuro. Disfruto cada adelanto tecnológico que parecía fantasía o ciencia ficción hace 20 años y a la vez extraño la simpleza del mundo análogo, la inocencia como la de aquella serie noventosa que me presentó al superhéroe escarlata, al mejor speedster, Flash.
Por mucho tiempo creí que el primer episodio de esa serie era una película, pues en los videoclubs de Maracaibo, alquilaban como tal lo que en realidad era un piloto largo de una serie que solo duró un temporada, pero que perduró en mi memoria; no se si fue el carisma del protagonista, la música casi reciclada de Batman que compuso para Flash Danny Elfman o sencillamente que en esa época cualquier adaptación de cómics era un milagro, la década de TMNT, Batman Returns y The Crow. No seria hasta el 2014 en el que finalmente tuvimos los fans, de quien que para mi es el mejor heroe de DC después de Batman y Superman, lo más cercano a una versión decente con la serie de CW, The Flash, gracias a Grant Gustin, un actor que supo capturar las características que lo separan del resto de los miembros de La Liga de la Justicia, su humor, humanidad en sus errores y mucha calidez y compasión. Es difícil no identificarse con un metahumano que más que correr rápido puede viajar en el tiempo, cambiar el pasado y evitar acontecimientos dolorosos, como lo fue, el asesinato de su madre, que no solo significaba crecer sin ella, sino que ademas, al ser injustamente su padre inculpado por el crimen, era perderlos a los dos al mismo tiempo.
Una vez me preguntaron hipotética y figurativamente que si mi vida fuese una carta, y pudiera meterla de vuelta en el mazo y sacar otro naipe al azar del resultado, que haría?... Mi respuesta fue que no, no solo porque no tengo control en si esa realidad alternativa seria mejor o peor que la mia actual, sino que somos la suma de nuestros aciertos y errores, de lo ganado y perdido, de las experiencias, así que, no le veía caso, a diferencia de Barry Allen, ya que para Flash no había mucho que pensar a pesar de los riesgos, si se podía viajar por el tiempo y evitar el asesinato de su madre. El efecto dominó no se puede evitar por mucho que sea una acción hecha con una buena intención.
A propósito de realidades alternativas, de haber adaptado el cómic Flashpoint más fielmente y teniendo en cuenta que Jeffrey Dean Morgan (Negan en Walking Dead y Comedian en Watchmen) interpretó en el Snyderverse a Thomas Wayne, lo habríamos tenido en el presente alterado por Flash al salvar a su madre, como el Batman en la realidad en la que en vez de morir los padres de Bruce Wayne fue el niño quien lo hizo frente a sus padres a manos de un ladrón, lo que desencadenó en que su padre se convirtiera en un Batman vengativo y armado incluso con pistolas, que se tiene que enfrentar con Martha Wayne, su esposa convertida en el Joker.
Ha existido desde el libro y película La Maquina del Tiempo, una fijación en cambiar el pasado, evitar nuestros arrepentimientos, creando encrucijadas, intercepciones inevitables, multiversos y paradojas. Desde Back to The Future, Terminator, Twelve Monkeys, Looper, Avengers End Game y la recién estrenada (después de años de espera) The FLash; una película que adapta la historia de comics Flashpoint, una historia compleja en la que al salvar a su madre Barry desencadena una realidad alternativa donde el mundo estaba a merced de una guerra entre seres con superpoderes. Pero como diría Nora Allen, la madre de Barry (la insuperable Maribel Verdú cantando Pedro Navaja, dueña de unos ojos de madre llenos de ternura)"hay problemas que no tienen solución", es aceptar nuestras cicatrices y aprender de ellas sin que nos definan, pues el dolor y lo imposible, los villanos de nuestra historia, son nuestras llaves para evolucionar.
Lo que sentí fue maravilloso, mas allá de sus defectos (como los que tiene cualquier creación humana, ya que, que es perfecto en la vida?) al presenciar una suerte de digna despedida del Batman de Ben Affleck y Michael Keaton, dos actores que no tuvieron la oportunidad de cerrar sus historias en una trilogía, fue indescriptible, un epílogo al universo de DC iniciado hace una década atrás. Ni hablar en profundidad de lo que evoco a nivel personal escuchar la banda sonora del Batman de Tim Burton, el film que inició este recorrido por las películas que me han dejado una marca a lo largo de mi vida, en el caso del film de 1989 de Michael Keaton fue ese lazo con mi padre, y ahora con The Flash con esa escena final entre Barry Allen (Ezra Miller) y su madre (Maribel Verdú), se cierra el circulo, esas lineas de dialogo, por siempre me conectaran con mi madre.
Nora: Te Amo
Barry: Yo te amo mas
Nora: Yo te ame primero
Es irrebatible ese argumento, esa afirmación: yo te ame primero. Una madre es capaz de amarnos antes de existir, de regalarnos ese don de combinar en una caricia, una palabra, un beso o incluso en silencios y miradas: amor, protección y compasión. Gracias a mi padre amo el cine, la lectura y anhelo seguir su ejemplo, pero le agradezco a mi madre, cada sentimiento que tengo, el deseo de siempre aprender a perdonar, y perdonarme, de intentar ser más gentil, de escribir y con mis palabras ayudar antes que herir. Gracias por amarme primero.
A medida que sigo en este viaje al pasado guiado por las películas estrenadas en tiempos claves de mi vida, me doy cuenta, que los finales de década vienen acompañados de películas de culto, como ocurrió en 1989 con Batman de Tim Burton y la supuesta última (mi favorita cabe acotar) película de Indiana Jones (The Last Cruzade) las cuales fueron la puerta de entrada al arte que tanto me ha dado, lo mismo se repitió con el final del siglo 20 con The Matrix y Fight Club (ambos films cada vez más vigentes a nivel filosófico), y es que justo en 1999 pasaba de la secundaria a la universidad, un momento que todavía considero como definitorio y la más disfrutable transición desde que tengo memoria. Paso el 2009 y con el El Secreto de sus ojos e Inglourious Basterds, dos obras maestras que me hacen recordar el año en que por primera vez le daba un uso a mi pasaporte y en el que aprendí la importancia de desaprender, salir de lo conocido y nutrirse de lo que para otros es cotidiano, y para unos nuevo o raro, simplemente, ser un turista, una pequeña muestra, del próximo escalón, la inmigración. Llegó el 2019, un año donde la nueva etapa en mi vida, la de extranjero, iniciaba, 12 meses llenos de tantas experiencias, cambios, cicatrices y sabiduría. A un año de la pandemia que cambiaría al mundo, un año de estrenos: End Game, Joker, Once Upon a Time in Hollywood, Ford v Ferrari y la sorpresiva Doctor Sleep.
Veía el cielo de Buenos Aires desde la ventanilla de mi asiento de avión, nueve meses antes de estar sentado en una butaca para ver la secuela tanto del libro y joya de Stephen King (The Shining) como del clásico del cine de Stanley Kubrick, detalle importante, pues aunque pareciera redundante, ambas obras son como los hijos de una misma madre y distintos padres, padres que se odian entre cabe agregar (Stephen King detesto el trabajo de Kubrick al adaptar su novela) así que no es poca decir que Doctor Sleep de Mike Flanagan es el intento exitoso de ser la continuación de ambas raíces. Pero volviendo a ese instante previo desde los cielos, cuando se evidenció cómo era posible ser dos personas con 180 grados de diferencia en un mismo año en el lapso de un poco más de 270 días.
Era el 07 de febrero del 2019 y aterrizaba en Argentina, admito que no sentía tristeza por irme de mi país, ya que habían sido en lo personal dos previos años repletos de momentos densos y en algunos casos traumáticos, tampoco por dejar de ver a mis padres, pues estaba seguro que máximo en un año los vería de vuelta, tenía esa estúpida certeza (todas lo son, pues nada de lo que no esté en nuestras manos en el momento presente, está realmente bajo nuestro control, y todo lo que puede pasar pasará, para bien y para mal) Llegué y a los pocos días ya estaba instalado, mientras conseguía un departamento, en una cómoda residencia, habitada en su mayoría por jóvenes venezolanos en búsqueda de un nuevo futuro en la capital porteña. Recuerdo en especial los domingos en el área común disfrutando junto a varios de mis compañeros de residencia los capítulos de la última temporada de Games of Thrones.
La vida es un incendio, cuando pasa no te da tiempo.
Una linea propia que pude corroborar en mi habitación de la residencia, al segundo mes más allá de lo metafórico cuando desperté a mitad de la noche entre gritos y humo negro. Recuerdos de bajar entre dormido y despierto, las escaleras de espiral en penumbras evitando pisar vidrios rotos y rozar las llamas que consumían a un departamento. En plena calle descalzo y en invierno, rodeado por patrullas de policía con sus sirenas junto a camiones de bomberos. El camino surreal a la emergencia en una ambulancia, observando casi desdoblado momentos que mientras pasaban, cuestionaba si eran o no producto de un mal sueño. En un instante la vida se resume en decidir entre detenerse, pensar, no hacer nada o seguir más allá del miedo.
En Venezuela había estado expuesto a situaciones difíciles, frustrantes y a la vez absurdas, pero no me preparo más allá de entender la victoria de los náufragos y al incendio que es la vida, a lo significaba el nuevo comienzo (con temor a que se haga eterno o en ecos) de ser un extranjero, no importa lo vivido o la teoría, la práctica es otra cosa. Aquel incendio me recordó lo frágil y fugaz que es la vida, y lo importante que se hacen los amigos y familia cuando más lo necesitas y estás lejos de todos ellos; se trata de aprender a hacer música incluso cuando hacen faltan cuerdas, y es que a todos nos faltan así sea una siquiera, es hacer propio lo ajeno, aprender viejas palabras con nuevos significados, el lapso entre el por ahora y el mientras tanto. Cuándo viajar no son vacaciones y una maleta resume tu casa, tu historia, lo salvado, lo perdido, lo encontrado y el descubrimiento.
Así transcurrieron los meses y algo nuevo para mi, las estaciones. De Maracaibo, una ciudad con un sol incandescente de temperatura siempre al límite, que alterna el año entre humedad seca y otra con lluvia, a la Ciudad de la furia que nunca duerme, donde puedes pasar del fashion del invierno a los colores de la primavera, la comodidad de vestuario del verano, para terminar seducido por la inexplicable inspiración para escribir sentado en el tren o en el subte que me daba el otoño. Alternando trabajos paga cuentas y algunos lamentables con idas al cine que me regalaban oxígeno, como aquella en la que tuve el placer geek de escuchar entre gritos de emoción de fans en una sala de cine abarrotada, el chasquido de Tony Stark y su I am Iron Man antes de derrotar a Thanos. Once años atrás era improbable imaginar a Robert Downey Jr como una estrella taquillera, mas bien era para quien lo recuerde, una apuesta suicida en taquilla, incluso recuerdo comprar mi entrada para la primera Iron Man, rápido “antes de que la sacaran de cartelera”, siempre lo había admirado por su versión de Chaplin y su rol en una de mi lista de favoritas: Wonder Boys, así que era hora Downey, te lo merecías, todos podemos volver cambiados, el poder de las segundas y hasta terceras oportunidades.
Días de quedar exhausto hasta el punto de caer desmayado en mi cama tras una jornada de trabajo pesado; en mi país a duras penas no rompía la pared al clavar mal un clavo para colgar un cuadro, y en Argentina, en cambio, trabaje en un depósito descargando muebles y equipos para presentaciones de productos de marcas de lujo. En Maracaibo tenía una vajilla de vasos de aluminio o de plástico cansado de la torpeza con cualquier cosa de vidrio, y allí estaba trabajando algunos fines de semana, en un restaurante haciendo suplencias u horas extras, sirviendo cenas rezando no dejar caer ninguna bandeja, o lavando copas y fajinandolas contento si terminaba sin ninguna rota, aprendiendo el arte del enjuagado y secado con trapos mojados con alcohol.
Debido a todo eso, puedo decir hoy que si no fuese por la belleza de Buenos Aires, y las películas que se estrenaron en ese año pre Covid 19, habría seguramente colapsado. Una vez cuando me subí en una plataforma de madera para no mojarme y ensuciarme, cuando me toco por ser nuevo en el trabajo desahogar el baño de los trabajadores, que por una intensa lluvia se había desbordado al punto de ser un río de aguas negras. En esa ocasión literalmente de mierda, cerré los ojos, calme mi respiración, me dije falta poco, falta poco, tu puedes, ya casi, ya casi termina, y me imagine en mi fin de semana, de dos porciones de Pizza de Guerrin… a veces para recordar a mi padre pedía una de anchoas. Visualice la noche en Puerto Madero que no puede ser más preciosa, con sus colores y luces reflejadas en el agua. Recorriendo la Avenida Corrientes y llegar justo cuando comienza una función en el Cine Lorca; de esa mágica sala recuerdo en especial la proyección de Once Upon a Time in Hollywood, una película que admito que cuando la vi la califique con un ⅗, y la coloque entre las últimas en mi top de Quentin Tarantino, pero cada vez que la veo nuevamente, me gusta más, me relaja, verla es como compartir con un amigo con el que da igual si te quedas callado un rato tomando una cerveza.
Entre besos en el Cementerio de Recoleta, el glamour nocturno de Palermo, el disfrute bohemio de San Telmo con su tremendo dulce de leche y la infaltable e infatigable foto con Mafalda, recargaba las baterías de mi espíritu, enamorado de un país en el que siempre quise vivir después del mio, al sentirlo tan próximo, gracias a Ricardo Darín y sus 9 Reinas, el Túnel de Ernesto Sábato, y la Fuerza Natural e Euforia que son Gustavo Cerati y Fito Paez. Incluso pude redescubrir mi cultura siendo extranjero en otro país, ya que nuestra comida, en especial los tequeños habían conquistado a nuestros hermanos argentinos, y pude también asistir y participar como apoyo en el Festival de Cine Venezolano, donde no solo tuve el gusto de ver la película Tamara junto a su directora, el protagonista y la persona de la cual estaba basado el argumento, sino que a la vez me enamore del Centro Cultural San Martín, ese lugar logró superar por una nariz a lo que sentí en la Librería Ateneo o el Teatro Colón, así que a pesar de las malas experiencias, CABA es una mezcla contradictoria, llena de texturas aterciopeladas y ásperas.
Luego del Festival de cine, visitar el Centro Cultural se volvió un destino obligado cada fin de semana, allí pude disfrutar de películas que amaba pero que nunca había podido por mi edad ver en su fecha de estreno en la gran pantalla, como fue el caso de Trainspotting. Un ciclo en especial fue todo un lujo, el de uno de los directores que más me impactó cuando alternaba cine de autor con Las Tortugas Ninjas o los Thundercats: el ciclo del cineasta y genio Stanley Kubrick. Gracias a ese lugar pude deleitarme como se debe de 2001: A Space Odyssey, A Clockwork Orange, Doctor Strange Love y la genial The Shining.
Su simetría, frialdad inquietante, música clásica e imágenes memorables y espeluznantes, eran como sus personajes, un baile entre lo impoluto y la locura, casi calculada, como la corbata verde de Jack que emulaba el laberinto del Hotel Overlook de The Shining, un laberinto que cambia de forma, haciéndose más intrincado y demencial como un padre persiguiendo a su hijo con un hacha entre la nieve y el frío asesino. Elevadores que se abren dejando ir un río de sangre que desemboca en la paranoia. Cine perturbador, pero que te invita a pensar y entender ese arte, como lo que es, una creación en colectivo, que estimula a quien lo disfruta, tocando nuestras fibras más íntimas, y luego como un sabor rico en historia, se convierte en ondas expansivas en la memoria.
Esa sensación familiar la sentí cuando celebraba solo mi cumpleaños por primera vez en mi vida, ese día había caído entre semana así que tendría que esperar al viernes o sábado cuando pudiera reunirme con Sharon, la little sister que deje en Argentina, ella me iba a preparar mi plato favorito después de la pizza, el pasticho venezolano. Tocaba esperar, así que ese 14 de noviembre lo celebre junto a Ewan McGregor y lo que fue para mi la sorpresa del 2019, Doctor Sleep. Pensaba que era imposible que funcionara una secuela del Resplandor, pero como un deja vu, que sin ser repetitivo, fue como una extensión de lo que ya era una zona de confort, ya que para mi el cine en todos sus géneros cuando esta en el tope de su juego, es eso, da igual si es terror, igual me saca una sonrisa
"Danny Torrance : El hombre se toma un trago. La bebida se toma asimisma. Y luego el trago se bebe al hombre. ¿No es así, papá?
El cantinero : Medicina. Medicina es lo que es. Una auténtica cura para todo. La mente es una pizarra, y esto es el borrador"
Esas líneas siempre vienen a mi cuando toco fondo, como cuando lejos de mi familia ese año supe que a mi papá le había regresado el cáncer. Ganas de tomar para sedar y olvidar, un líquido analgésico que te puede tomar a ti. Esa escena se me grabó en el corazón y la llevo conmigo, como una advertencia a la cual respeto muchísimo, esa del niño que antes jugaba con su triciclo en los pasillos alfombrados del hotel embrujado, y ahora era un hombre en la barra junto al fantasma de su padre, aquel que intentó matarlo. Un alcohólico demente tentando con una botella desde el mas allá a su hijo que solo anhelaba dejar de ser un adicto, redimirse y salvar a una inocente de fantasmas y una vampira de espíritus. Rose the Hat, era aquella hambrienta de almas que “resplandecen”(shine), interpretada magistralmente por Rebecca Ferguson, al punto que es de esos personajes que me provocan envidia, aquellos que son tan cool en su diseño, ademanes y voz, que desearía haberlos creado yo.
Películas como Doctor Sleep me inspiran a sentarme a escribir, no solo las experiencias propias o ajenas, a favor o adversas, sino también esa ficción que sin sellos en el pasaporte te permiten viajar con tu mente a un lugar que te regala regresar a la realidad más fuerte, sanado y esperanzado. Aseveraba interiormente junto a la mejor compañía en la mejor vista nocturna y aérea, brindando con el Obelisco y la 9 de Julio, de fondo, allí como se debe brindar, con relax y celebración, me despedí del país donde es un arte el cebar el mate, donde existe miedo a la yerba lavada, cuna de las juntadas y el fernet con Coca, del mejor helado y asado y las mil y un despedidas, de las mudanzas y las herencias en vida, madre de tres Copas Mundiales y de tantas cosas que no caben en rimas.
Una buena película y excelente música siempre ha sido mi mejor antídoto en esos momentos en lo que me siento abrumado, quemado y hecho cenizas, cenizas que intentan esperar sin perder la cordura ni caer víctima de nervios de punta, que de ellas renazca un fénix, cuando el estrés, la tristeza, la rabia e impotencia o angustia llegan para quedarse; solo una buena historia en acordes y melodías o imágenes y líneas bien dichas logran zafarme, de esos pensamientos traicioneros que hacen ver todo más grande, en el no lugar, en el no tiempo, como un tormento nunca pasajero.
Justo así me encontraba viendo La La land del director Damien Chazelle: estaba sentado en mi butaca junto a mi esposa, respirando intentando controlar mi ansiedad, un desasosiego que me inundaba en aquel tiempo, me sentía como el personaje de Ryan Gosling, Sebastian, y veía en la Mía de Emma Stone a Ángela, al igual que ellos nosotros entre colores vibrantes y un amor desbordante, estábamos luchando por nuestros sueños, una imagen idealista del futuro, un final feliz de Hollywood, pero la realidad no resuelve los desafíos en dos horas ni las situaciones son coreografías sin errores al ritmo de una canción, y es que no todas las personas pueden como los personajes tener un arco argumental.
Se dibujaron sonrisas en nuestros rostros, al sentirnos reflejados en la gran pantalla, ella era Mía apostando todas sus fichas a su sueño, en vez de ser una famosa actriz, su anhelo era el de ser una empresaria con un negocio propio e ingresos independientes y residuales, aprendiendo del ensayo y error, de manejar los rechazos y escuchar los no en espera de un si,y yo Sebastián, con mis monólogos apasionados sobre cine, en vez de Jazz, con la única ambición de crear historias como las que adoro disfrutar, publicar mis libros, hacer sentir lo que con otro artista yo he sentido, quien sabe?... hacer una película o aplicar los estilos que admiro y aportar propios en producciones audiovisuales. Pero pasaban los años y entre la situación de descontrol económico y político en Venezuela, esos sueños se hacían cada vez más lejanos, etéreos e incluso cínicos y dolorosos.
Nos casamos con una ilusión de inocentes, muy jóvenes, lo único que si teníamos fijado era el tema de los hijos, había que esperar, ambos habíamos tenido una adolescencia sin grandes lujos y con muchos desafíos familiares, responsabilidades no acorde a nuestras edades y una gran lista de pendientes, uno de ellos, viajar. Eso hicimos, conocimos Escocia, Panamá, Ecuador, Colombia, Inglaterra y México, pero conforme pasaban los años y se añadían más sellos en nuestros pasaportes, ya no esperábamos por hijos para conocer más países sino porque el presupuesto se iba ajustando y ninguno de los dos quería tener por tener, ser Padres porque es lo que corresponde, por una presión social o familiar, para terminar sin poder dar más de lo que tuvimos cuando niños; tampoco lo creíamos como el único propósito de la vida, y después, ya no queríamos tener porque no estábamos seguro de la posibilidad de no volverlos hijos de padres divorciados.
Dos años antes de LaLaLand salimos de ver Winter Soldier de Marvel y al ver al Capitan America descubrir que Shield e Hydra, para quién trabajaba y contra quien se enfrentaba eran la misma cosa, fue como leer de vuelta 1984, la Rebelión en la granja o V for Vendetta, nos dimos cuenta que estábamos lejos de vivir en un país libre pues como el fascismo y el comunismo son las dos cabezas de una misma bestia, el régimen neo totalitario de Venezuela y la oposición eran falsos adversarios en su tarea de desangrar al país y echarnos a muchos afuera. Desde ahí nuestra esperanza ya no estaba ni dentro ni fuera de la caja de Pandora.
Así pasaban temporadas con fallas de luz en la ciudad, penumbras y calor por horas; madrugadas en una fila de carros largas como kilómetros para entrar a una estación de gasolina y surtir al auto; devaluaciones con respecto a nuestra moneda y el dólar que hacían añicos ganancias, ahorros y posibilidades de inversión, y ni hablar de días de encierro por calles clausuradas debido a protestas que terminaban en represión, muerte y desapariciones. Usando siempre al cine como mi escape, arma y herramienta, veía The Martian, Cast Away y Shawshank Redemption, aprendiendo de Tom Hanks y Tim Robbins y tomando notas que aplicar, como la de mantenerme ocupado y no perderme en la desesperación, en modo preparación para cuando todo se abriera, todo mejorara o yo pudiera ir a otro lugar, sin enloquecer, ya que la esperanza de los náufragos es no perder la cordura en espera de un nuevo barco.
Creando un palacio de la memoria como el de Hannibal Lecter, volvía a esos viajes, a esa cerveza helada en Cancún o al fish and chips de Stonehaven cerca de Aberdeen, clausurando en el sótano de dicho palacio mi presente. Y así la historia como las estaciones se llenaba de invierno, las nuestras y las de Mia y Sebastián, los proyectos como olas que chocan contra la realidad y se vuelven espuma, entre azules y purpuras, negros y rojos, solos de piano melancólicos. Sueños en par que llegan a una encrucijada y queda el dilema si sacrificar tu deseo individual por el del otro, o seguir el resto de la ruta en soledad. Llegaron los créditos finales y con compasión mutua y serenidad, nos dijimos al unísono “nos tenemos que separar”, como los personajes de esta historia, eramos dos personas reales que decidieron terminar antes de que los recuerdos malos superaran en número a los buenos, más reproches que besos, más asperezas que abrazos, mas peleas que treguas.
Luego de una rápida mudanza cada uno estaba de vuelta a casa de sus respectivas familias, admito que sentía alivio, no se si negación, egoísmo o etapas sin quemar, pero me creí libre, para hacer o estar con quien quisiera, como impulsado por la canción que cantó Mia en su último casting:
"Un poco de locura es la clave
Para darnos nuevos colores que ver
¿Quién sabe adónde nos llevará?
Y por eso nos necesitan"
Así que traigan a los rebeldes
Las ondas de los guijarros
Los pintores, los poetas y las obras de teatro
Y por los locos que sueñan
Por locos que parezcan
Por los corazones que se rompen
Por el desastre que hacemos
De match en match de Tinder, de mujer a mujer, sintiéndome en medio de una fantasía de soltero, y una suerte de efecto mariposa en la que su aleteo se podría sentir al otro lado del mundo, en un caos aleatorio, que convertiría una ida al cine en Maracaibo, en una vida en Brasil, pero antes, ignorante lo que vendría era el 2018 y alternaba formas alternas de hacer dinero con la publicación de mi primer libro (publicado más no escrito) Crónicas del Eterno Eco, luego de que estuviera una década guardado en un archivo de word, esperando lograr junto a mi ahora ex esposa, el fulano éxito financiero para así poder dedicarme más “relajado” a mi lado artístico. También durante 12 años había descuidado algunas amistades y familiares, cosa que me encargue en cambiar, y como recompensa de la vida, una de esas personas olvidadas, me puso en contacto con un grupo literario de mi ciudad y compartí momentos inolvidables con Tito y Manona, dos escritores con lo que pase tardes de poesía, literatura, ron y un aire bohemio dentro de un bufete de abogados, todo se sentía tan bizarro y la vez tan adecuado. Todavía me halaga tu cumplido Tito: "el cámaro de la poesía" o tu calidez Manona al considerarme tu nieto de la poesía.
Justo en ese momento de libertad, arte y disfrute, gracias a una foto compartida en redes sociales, para visualizar mi anhelo de volver a viajar, una imagen mía acostado en el aeropuerto de París viendo aviones despegar, hizo que Eegle, una antigua una cliente y amiga de mi proyecto quebrado, la productora audiovisual, me escribiera un “hola, como estas?”. Ella también se había divorciado, ambos conocíamos a nuestras respectivas ex parejas, compartimos el amor por el cine, la música y la poesía, así que lo más natural fluyo, juntos en una clase Yoga (si mi versión 2018 incluía la meditación) antes de ver juntos en su casa de nuevo una película.
Para ella La La Land, la conectaba con esos últimos momentos con su hijo antes de que él fuera a vivir a Argentina, pues la habían visto y su música los había invitado a bailar en la sala, toda una caricia al alma la imagen de ellos bailando al ritmo de la La Vie En Rose, un hermoso momento de despedida, y es que precisamente es la esencia de la historia de Sebastián y Mia, una bella despedida. Sueños y decisiones, despertar y hacerse responsable o tan solo lidiar con el acierto y el error en nuestras acciones, o inacción, pues el no hacer es una decisión en sí misma.
Sin que la culpa nos defina, ni el laberinto, de atribuirles a terceros nuestro presente. Se trata de seguir nuestros sueños y permitir a quienes amamos hagan lo mismo, no se trata de egoísmo, es un sacrificio emocional muchas veces de dos, en el mejor de los términos, el amor en el desapego, es soltar, dejar volar a la mariposa entiendo el poder de sus aleteos.
¿El destino, el recorrido o la compañía?... el destino o el libre albedrío?... el recorrido y sus desvíos son lo mismo?... la compañía, ayuda, estorbo o solo la necesidad y placer de compartir lo vivido?.
Para mi, Eege es la personificación de la que vida no es una isla desierta, incluso para los náufragos, es la esperanza dentro de la caja, la compañía, el compartir, porque definitivamente todo es más sencillo en equipo. Lo pienso cada vez que recuerdo el sofá de su casa, las ganas de mostrarle una de las película de mi lista personal, y redescubrir una historia que me sé de memoria y de la que puedo recitar sus líneas, como si fuera por primera vez al ver sus expresiones de sorpresa en medio de algún plot twist. La paz al escuchar sus carcajadas y disfrutar de una buena parrilla con su chimichurri bajo las estrellas, un cielo iluminado fue nuestro techo mientras hacíamos el amor sobre la grama sin preocuparnos por nada.
A pesar de las incertidumbres frente al futuro, hay decisiones que por muy dolorosas abrirán infinitas posibilidades para el mañana, siempre daré las gracias a personas que tocaron mi alma, que cumplieron un rol crucial en su momento, y ahora moran en alguna habitación del palacio de mi memoria, compañía, apoyo, palabras justas o un abrazo, como ella, la mujer que me enseñó el placer de los viernes de buena comida, excelente música, películas que merecen ser discutidas y besos que invitan a quedarse entre sus piernas hasta el otro día. Gracias por enseñarme que se puede apostar por un final alternativo para Sebastián y Mia, ya que el amor y los sueños no son mutuamente excluyentes y se puede tener amor y prosperidad. Un poco de luz en mis sombras, le dan más calor a la oscuridad. Eso es la música y el cine para mi, por eso no me cansare de ver Walk the Line, Sing Street, Begin Again, A star is Born y La La land.