martes, 30 de mayo de 2023

Luz, cámara y recuerdos. Parte 007

 

Skyfall (2012)
    No creo en las casualidades y a la vez estoy convencido de que cada quien puede reescribir su destino, siempre y cuando entienda que el futuro es hoy y siempre es hoy. Cuando empecé a escribir este recorrido por las películas que me marcaron o que conllevaron a momentos emblemáticos en mi vida, note detalles cabalísticos como por ejemplo: cuando escribí y publique el pasaje en el que narraba el viaje a Caracas para el estreno de The Prestige y el Concierto de Ahí Vamos de Gustavo Cerati en Venezuela en el 2006, fue justo cuando se cumplían 13 años desde su último concierto en vida, que “casualmente” también fue en Venezuela. Sin contar ni planear que cuando vaya a publicar el capítulo décimo coincidirá con el estreno de una película que hará todo este recorrido una historia circular, y es que la existencia es como la poesía, gira y rima. Todo esto a propósito de que en este episodio, el número siete, que sigue esa sincronía natural, les contaré sin haberlo mapeado así,  mi aproximación a Bond, James Bond, el agente 007. 


        Cuando vivía con mis padres existían dos bibliotecas y dos videotecas en casa, debido a que mi padre y yo compartimos el amor por leer y disfrutar de una buena película, así que cada uno tenía sus colecciones respectivas. Siempre observaba en su espacio para sus DVDs y BluRays un lugar privilegiado para las películas de James Bond con Sean Connery así como entre sus libros varias obras de Agatha Cristie. A pesar de eso, admito que por mucho que intenté compartir ambos gustos, y que en su momento casi Pierce Brosnan logra que me enganchara con la saga del personaje de Ian Fleming, no fue hasta Skyfall de Sam Mendes (Road to perdition) con Daniel Craig como el ahora rubio Bond, que la mitología del agente con licencia para matar me hizo click, como ocurrió con otra película de ese actor (Knives Out) con la narrativa de Who Done it? de Agatha Christie.


    Hasta ese instante Daniel Craig ya había estrenado dos entregas anteriores de la saga, e incluso aunque Casino Royale del 2006 es una genialidad, en su momento no me sorprendió porque sentí que Batman Begins había hecho lo mismo un año antes; contar como precuela la historia de cómo un personaje iba descubriendo y armando las piezas de su rompecabezas, solo que ahora casi veinte años después, entiendo la estupidez de esa idea de que es una obra u otra, ese tema actual de tener que elegir, de lo mejor o lo peor, en un mundo de inclusión las opiniones se volvieron binarias. Pero lo que si tenia claro durante ese tiempo cuando la tendencia era las tramas de orígenes, la del agente secreto estaba junto a la de Batman y First Class, entre las mejores, ya que la mayoría de las veces hay personajes que hay que dejar en su misterio, sino se le roba el misticismo, la magia. Cómo el sacrilegio que cometieron contra Hannibal Lecter en Hannibal Rising.




    Bueno, volvamos al 2012, cuando el intro con la canción de Adele marco en mi desde el inicio una conexión personal : “Deja que el cielo (sky) caiga (fall) cuando se desmorona, vamos a mantenernos erguidos, enfrentalo todo juntos”  cantaba mientras James Bond caía al agua víctima de fuego aliado. Iniciando así, su periplo de resurrección, y es que, ese es el  leitmotiv de Skyfall, la muerte y el regreso, no rendirse más allá del sufrimiento y el peso que se deba cargar, como muy bien lo ilustran en una escena con la cita al poema Ulises  de Tennyson: “Aunque mucho fue quitado, mucho permanece; y aunque no somos ahora aquella fuerza que en antaño movió la tierra y el cielo; lo que somos, somos; Un temperamento igual de corazones heroicos, debilitados por el tiempo y el destino, pero fuertes en voluntad. Para luchar, buscar, encontrar y no ceder”.

        Tantos ejemplos, como reforzando un concepto, el alma de ese film, como cuando Judi Dench le pregunta a Bond al volver después de haber sido dado por muerto, "que estaba haciendo?", él sólo contestó, "disfrutando la muerte" y cuando Javier Bardem luego de atraparlo quiso conocer si el agente británico tenía algún hobbie, él respondió solamente, "resurrección". Esa palabra siempre ha conectado conmigo desde niño, cuando veía los Caballeros de Zodiaco y estaba fascinado con el caballero del Fénix, que resurgía de las cenizas y regresaba de entre las llamas. De él aprendí la frase “sin claudicar”. No ceder, no rendirse, continuar, así parezca que es imposible. Siempre ha sido mi mantra, el significado detrás de esa ave mitológica, por algo mi nombre es René, que viene de Renato y significa renacido, una palabra que me ha definido y que me ha ayudado en distintos momentos en mi vida en que he tenido que resucitar, levantarme después de caerme, en el eterno comienzo hasta llegar al lugar y momento correcto.  

    Lo preciso, lo certero, como las pinceladas del pintor en fotografía Roger Deakin, un artesano de la imagen y su belleza, que con cada escena, juego de colores, luces y sombras, lograba como James Bond cuando seducía a cada nueva chica Bond, encantar a mis ojos y mi mente, sobre todo en una escena en la que James debatía con Q sobre si la edad era igual a eficiencia o la juventud a innovación, mientras contemplaban el cuadro de J. M. W. Turner, El último viaje del Temerario (The Fighting Temeraire).



    Dicho cuadro un año después cuando tuve la fortuna de volver a Escocia, se convirtió en mi mayor motivación para conocer la Galería Nacional de Inglaterra, pues no solo retornaría al que hasta la fecha, es el país que más me ha encantado conocer y al que volvería mil veces(Escocia), sino que tal cual Harry Potter buscando el andén ¾ en la estación King's Cross de Londres, así de emocionado estaba al viajar en tren desde Edimburgo hasta la capital británica. En un tiempo antes de grandes avances en celulares inteligentes, la proliferación de aplicaciones o la posibilidad de aprender de todo en 5 minutos gracias a un tutorial de Youtube, me encargue old fashion way a usar cada mapa de recorrido y tríptico de los museos para poder hacer posible que mi esposa en ese momento, pudiera cumplir su deseo de conocer sus obras favoritas expuestas en el Museo Británico, la Galería Nacional y el Tate Modern, ya que solo teníamos una tarde, el resto del día seria para conocer con una película terrible el formato IMAX (era ver a Vin Diesel en Riddick 3 o quedar con ese pendiente) y visitar el Madame Tussauds.






    Fue todo un éxito la misión, ya con un recorrido a las obras puntuales el tiempo rindió lo suficiente para que ambos pudiéramos con calma dar una última caminata en la Galería Nacional por separado, para mi el momento para lograr lo que quería desde que supe que conoceríamos juntos la Galería donde Bond recibe los Gadgets de Q. No fue precisamente Navidad para James pero si para mi. Buscando el lugar donde estaba ese banquillo que salía en aquella escena, lo conseguí pero no estaba El último viaje del Temerario, se encontraba en otro lugar de la galería según un guía que me explicó que habían cambiado de puesto la obra porque en su posición habitual no había donde sentarse y poder rodar la escena (un bello ejemplo de como incluso lo real en las películas es ficción)


    De camino a la ansiada obra atravesé una suerte de habitación que conectaba dos salas, y allí estaba, como desapercibido, pero capturando toda mi atención, como el amor a primera vista que ocurre supuestamente por accidente pero puede perdurar toda la vida, estaba el cuadro, de Tiziano Vecellio. Alegoría de la prudencia la pintura de un hombre joven, otro maduro y un viejo, cada uno con una respectiva  efigie de animal debajo de ellos, la cabeza de un perro corresponde al joven, otra de león al hombre maduro y finalmente un lobo como avatar destinado al anciano, junto a una leyenda que decía: 

EX PRAETERITO / PRAESENS PRVDENTER AGIT / NI FVTVRA[M] ACTIONE[M] DETVRPET
"A partir del pasado, el presente obra con prudencia para no arruinar la acción futura"



        Es increíble como hay creaciones que conectan a un nivel tan individual que el corazón te engaña y te hace creer que esa música, imagen, textura y color, hablan solo tu idioma, estimulan tus sentidos, emociones y pensamientos de forma única y a nadie mas, a nadie más que a ti, porque aun cuando es ajena es tuya, el egoísmo en su forma más pura. Minutos después conseguí El último viaje del Temerario, pero esa pintura que tanto anhelaba al final fue en propósito lo que hizo posible la seducción de la Alegoría del tiempo , y nada que ver con los méritos de una obra sobre otra, es algo que no tiene relación con eso, no es una competencia o un duelo, es indefinible, pero básico y sincero. 

Han pasado diez años y esa pintura siempre evoca en mí, los recuerdos buenos y malos, los errores y los aciertos, todo como un gran maestro, que debes recordar no olvidar cada día para no hacer aún más difícil e incierto el futuro más allá de lo intrínseco en su naturaleza, pues es humo que merece ser tratado como un sólido impreciso. 


        Mi imaginación siempre crea la escena de cuatro hombres llamados: Hoy, Ayer, Después y Tal vez, sentados en una mesa circular. Jóven, hombre, viejo y borroso, sin rostro. Reían, nostálgicos y soñadores, sin saber por qué. Un joven contradictorio y altivo, dueño de razón y versión única, aún preso sin saberlo de sus inseguridades y  dudas, El hombre ansioso, infecto de resentimiento y desesperación, lleno de recuerdos, promesas rotas, excusas y reconquistas.  Perdido, víctima de la culpa y del miedo que retiene y ciega en su penumbra. El anciano, con su parsimonia y perspectivas, se detiene y deleita, libre de la seguridad de un nuevo día, invitado vitalicio de salas de espera y despedidas, maestro de consejos que no siguió en su momento, y el difuso, gordo de posibilidades, con verborrea de realidades alternativas, tantos rostros y a la vez ninguno, dueño de fantasías que ocultan verdades, como realidades que disfrazan sus mentiras. Los cuatro juntos brindaron a la salud de un deseo incógnito, que desconocía si se había sido o no cumplido. 







    La ironía que una película de acción me inspiraría a nivel poético como en su momento lo hizo la Sociedad de los poetas muertos y su carpe diem, reside en que nada se debe subestimar, nada debe ser definido del todo por un precepto. Con respecto a Bond y su saga cinematográfica, hoy dos películas después, puedo decir que Skyfall fue como esa pintura que conectó conmigo al punto que dudo que otra versión y misión de 007, logre lo mismo, y está bien, con una basta y sobra.




    Solo rescato la canción de la última entrega cuando Skyfall cumplió una década 


That I'd fallen for a lie?  ¿
You were never on my side 
Fool me once, fool me twice 
Are you death or paradise? 
Now you'll never see me cry 
There's just no time to die

No hay tiempo para morir... 

Ciertamente como buenos fénix. 





martes, 23 de mayo de 2023

Luz, cámara y recuerdos. Parte 6

 

Avatar (2009)

  
     Me encontraba por cuestiones de trabajo a finales del 2009 en Ecuador, brindando con una cerveza con mi amigo Jorge, el era un socio de negocio en aquel momento en el que conocíamos juntos no del todo la mitad del mundo, pues literalmente, la Ciudad y Monumento a la línea ecuatorial que divide al planeta en dos hemisferios, estaba construida en el lugar equivocado, en base a mediciones del siglo XVIII por parte una misión geodésica francesa, específicamente a 240 metros del lugar exacto que ya habían descubierto los indígenas gracias a su cosmogonía, supuestamente primitiva. Aunque existía esa falla igual ignoro la razón más allá del efecto placebo, de la mente y sus poderes de sugestión pero en la línea meridiana trazada para turistas (delgada y no como los 5 kilómetros que debería abarcar) se podía sentir una fuerza magnética que como cuerda de trapecista desafiaba tu equilibrio y podías “caer” en el norte o el sur.



    Justo esa palabra… equilibrio, está relacionada con el nombre y termino Ecuador, que proviene del latín aequator, que significa igualador, y esa es la clave del equilibrio, el balance, dos partes iguales como las mitades de la Tierra, que hacen posible que un huevo se quede inmóvil sobre un clavo sin caer y romperse. El mismo principio para todo en la vida, la justa medida, la correcta proporción en prioridades en lo que respecta al trabajo, las pasiones y distracciones, los amigos, la familia, la pareja y la individualidad. Algo que suena lógico en teoría pero en la práctica es todo un arte de mantener como malabaristas de la vida y sus aristas.



    En ese momento me encontraba rodeado de tantos cambios, cosas por hacer y proyectos por llevar a cabo, que mi mente y espíritu necesitaban una pausa para continuar, y es que muchas veces tantos estímulos llevan al actuar en automático disfrazado de instinto, como siguiendo un mecanismo, por miedo a la quietud, al instante callado, al dudar, al pensar, olvidando que del apuro muchas veces queda el retraso. Recién el año anterior a ese momento, había empezado a viajar al exterior, a salir de lo conocido, a descubrir lo que había en cada lugar y cultura más allá del estereotipo; una cosa era leer en un libro o en Internet, y otra lo vivido in situ, la misma diferencia que la experiencia entre un turista y un migrante, el día y la noche, la realidad vs la teoría.

    En medio de mi vorágine mental y emocional, por estar al mismo tiempo empezando mi pequeña productora audiovisual y acompañando a mi esposa con su negocio independiente en un multinivel. Si, ciertamente también fui uno de esos con una chapa de Pierda peso, pregúntame como! y de los que leía Padre Rico y Padre Pobre  y repetía “felizmente insatisfecho que si no se trabajaba en tus sueños trabajabas en los de alguien más; finge hasta lograrlo;  los exitosos no hacen lo que les gusta sino lo que les conviene... Sin duda a mi yo de 27 años le faltaba mucho por aprender, sobre todo saber la respuesta a la pregunta de que es más importante estar en lo correcto o avanzar?. Solo existía algo en mi en real equilibrio en ese momento, el balance entre la tecnología, lo artificial y la naturaleza y lo palpable.
   
     Luego de subir en el teleférico de Quito recorría  el Rucu Pichincha y sonreía pensando en la pendiente con el mismo nombre que subía y bajaba semanalmente de camino a casa en Venezuela, también me alegraba porque ya tenía entradas para la función de Avatar, la última película de James Cameron desde el Titanic. Se trataba de una nueva apuesta al 3D en el cine, de la mano de un maestro, que transformaría ese formato en desuso casi excusa para cobrar más en las entradas a algo que valía la pena experimentar. En Maracaibo hasta ese momento los proyectores de los cines, no estaban actualizados, así que estar en Ecuador tenía un plus para mí yo cinéfilo.


    A pesar de que James Cameron no está en mí Top, soy más de Quentin Tarantino, Christopher Nolan y Ridley Scott, era innegable la huella, el aporte y el legado del director de Terminator, así que nunca se apuesta contra Cameron, quien tiene 3 películas entre las 5 más taquilleras de la historia y una de ellas en primer lugar, así que siempre valdrá la pena, porque el entiende que el cine, es una experiencia en colectivo que debe mover tus sentidos y maravillar incluso cuando crees que los has visto todo. Me decía disfrutando la vista y respirando el aire de aquel lugar. 


        Llegó la noche de aquel día y fui junto a Angela, Jorge y su esposa al Centro Comercial principal de Quito, pasé justo enfrente de una tienda para zurdos y me sentí en un capítulo de los Simpson entrando al negocio de Ned Flander. Llegamos a la sala después de recibir nuestros lentes de 3D, muy diferentes a los anaglifos del tiempo de De la Muerte de Freddy de 1991, aquellos de cartón azules y rojos, que solo lograban una ilusión óptica de imágenes superpuestas y movimiento en lo estático. Estos traídos por James Cameron eran el ticket de entrada para una experiencia cinematográfica. La sensación de profundidad, de nitidez y definición que te hacían sentir como montado en una atracción de parque temático. 


    Intentaba sortear a mi mente de cinéfilo crítico y no pensar en que la historia era un calco de la película Danza con Lobos y también, eludía al mal humor que me causaba escuchar a la esposa de Jorge preguntar cada minúscula duda sin adecuar el volumen de su voz, casi respirando como lo hacía en el Rucu Pichincha horas atrás, cuando meditaba. Pero la realidad es que gracias a la sencillez de la trama pude durante las tres horas de duración de Avatar tal montaña rusa transitar por varias emociones, pensamientos y sensaciones. Después de normalizar el uso de los lentes y el efecto de las imágenes en 3D, me sumergí en ese nuevo mundo, Pandora. 



    Al igual que el Señor de los Anillos con su viaje a la Tierra Media o Star Wars a una Galaxia muy lejana, ese era el objetivo del director de Avatar, transportarnos a otro mundo porque ese es el para qué del cine más allá del cómo y el qué. Notaba además paralelismos y puntos comunes con otras obras de Cameron, el hombre desafiando sus límites y a la naturaleza en Titanic vs el iceberg, el instinto materno de proteger más allá del seguridad propia o egoísmo tanto de Ripley con la niña Newt como la Reina con sus huevos en Aliens; también el peligro en quién usa la tecnología como el fuego que quema o el auto que asesina en Terminator, sin olvidar en su secuela, en la cual puedes encontrar humanidad en las máquinas cuando un robot se vuelve una perfecta figura paterna. 




    
    Temas que como poesía se repetían y rimaban, en una historia en la que una raza de seres azules se conectan a lo primario, a la Madre Tierra, los elementos y vida salvaje, y donde impera la dualidad entre la naturaleza y la ciencia que hacía posible que un humano invalido que conoció Venezuela pudiera correr a través de su avatar azulado (cabe acotar que los Tepuyes de Canaima inspiraron a Cameron en la creación de Pandora).

Premisas que volvían a mi trece años después en otro país con otro idioma, pues me encontraba ahora en el 2022 en Brasil, solo en una sala de cine disfrutando de Avatar:Way of Water, en inglés con subtítulos en portugués que hasta ese momento no entendía del todo bien. Tanto yo había experimentado entre las dos películas de la saga de James Cameron, que pensé en eso que me encanta cuando hago maratones de películas de trilogías o ciclos de la filmografías de directores. Cada película es una cápsula que captura como un disco, el momento en que fue hecho y en el que se disfruta, tiempo que no siempre es el mismo. Algunas cosas perduran, otras se pierden o se olvidan y muchas mutan.


    La primera Avatar la vi en Ecuador y la segunda en Brasil, detalle que me hacía preguntarme con curiosidad y diversión en donde vería la tercera y en qué idioma. Entre la uno y la dos, estuve casi 10 años casado, me divorcie, migre a Argentina y ahora estaba soltero y vivía y trabajaba en Sao Paulo, haciendo corto un cuento largo, Argentina fue esa mujer de la que te enamoras, y a pesar de haber soñado con ser su pareja, la relación mas allá de tus esfuerzos y amor mutuo no funciono, y Brasil, es la mujer que creías no era tu tipo, y con la que nunca te imaginaste conversando, y termino siendo una novia que te espera con los brazos abiertos y es fácil de amar; sin duda muchas cosas que contar para próximos momentos y películas; pero lo que sí puedo decir es que mientras veía de Way of Water conectaba con la temática a otro nivel; después de la pandemia acostumbrados a los precios y “comodidad” de ver películas en casa gracias a alguna aplicación era vital recordar lo especial de la gran pantalla, la maravilla de descubrir imágenes ricas en color, ritmo e imaginación de la forma en que quisieron ser disfrutadas, como juguetes que no quieren vivir en una repisa sino en la mano de un niño, las películas como Avatar son para verlas pagando una entrada, sentados y desconectados de todo dispositivo, sencillamente apreciando la creación del visual artesano.


        Una historia que me provocó un antojo de disfrutar del sonido de la playa, de darle cariño y recibir afecto de mi perrita Ahsoka y de inhalar y exhalar paz en el Pico do Urubu; y justo eso hice, sentado en esa cúspide observando la ciudad en la que vivo, tal cual lo que somos, miniaturas, y antes de silenciar los pensamientos y meditar, reflexione sobre observar las cosas, los entornos y a las personas a través del prisma del tiempo.










    Las películas por ejemplo, no cambian, solo nosotros y nuestros contextos. Skynet y sus alcances en Terminator sonaba a futurista y ahora la inteligencia artificial es una herramienta práctica, cotidiano y de debate. La robótica es material de clases en muchas escuelas, la vida como una simulación de la Matrix, es la privacidad a cambio del reality individual de las redes sociales y la necesidad que se sigue expandiendo en el mundo "real" como en la película de James Cameron de tener un Avatar, un nuevo yo, una persona virtual para poder caminar en un mundo sin límites ya no es fantástico, como una novela de Julio Verne que es cada vez más ciencia y menos ficción.












jueves, 18 de mayo de 2023

Luz, cámara y recuerdos: el top 10 de películas que moldearon mi vida. Parte 5


Parte 1

Parte 2

Parte 3

Parte 4



The Prestige 2006

Llegaba a casa cansado del trabajo el 14 de Noviembre del 2006, esperando lo de siempre hasta hace 5 años, lo que daba por sentado y que hoy tanto extraño, la acostumbrada torta de cumpleaños hecha por mi madre, un par de amigos, cervezas, algo de picar y seguir escuchando en loop el último disco de Gustavo Cerati, Ahí Vamos. Pensaba que de seguro tendría que alistarme rápido para ir a buscar a mi novia Angela a su casa, para poder comenzar la reunión lo más pronto posible, ya que era martes y tocaba trabajar al día siguiente. Para bien y para mal soy un irremediable personaje diurno, eso de ser un animal nocturno no se me da, así que siempre que trasnocho terminó en modo zombie al día siguiente.



Abrí la puerta de la casa de mis padres y de entrada algo parecía extraño; había murciélagos de fieltro colgando del techo como señalando el camino a mi habitación, así que sencillamente los seguí, entre a mi cuarto y allí estaba ella: una hermosa flaca de cabello azabache, ojos redondos casi inocentes, con una sonrisa que mostraba un lindo colmillo que resaltaba y ella encontraba como un defecto, pero para mi el toque perfecto que completaba a uno de los rostros que aún hoy considero, entre los más hermosos que he visto en mi vida.    

            Ella me esperaba con una gran tarjeta de cumpleaños hecha a mano, con el arte y concepto de la gira mundial de Cerati que en ese momento transcurría en otro país. Dentro del sobre había un pasaje de avión y un ticket de entrada para el concierto en Caracas fechados en diez días. No lo podía creer, tal cual cliché, quedé un minuto con la boca abierta, asimilando que vería finalmente en vivo a quien todavía considero mi artista favorito e inspiración cuando ando en busca de musas para escribir poesías o mis historias. Caí en cuenta además que sería mi primer viaje en avión (ignoraba que sería el primero de muchos) y que estaba programado para tomarlo al salir del trabajo, pues, en ese entonces a dos años de salir de la universidad y trabajar en mi carrera, como postproductor audiovisual, era lo que llaman un orgulloso (y estúpido) workaholic, así que no me podía permitir por nada del mundo faltar al trabajo, mucho me faltaba aprender que no tenia caso, todos podíamos ser reemplazados y uno no cambia el trabajo o los jefes sino de trabajo y de jefe. Ningún sueldo vale la paz.



        El resto de ese martes más que terminar de quedar aún más locamente enamorado de Angela no recuerdo nada. Los siguientes días hasta llegar al ansiado viernes 24, se pasaron entre la relatividad de eternos y a veces rápidos, con ansiedad en ascenso, poco dormir, miedo a agarrar alguna gripe o caerme y enyesarme, y claro, intercalando en el trabajo los discos de Soda Stereo y Gustavo Cerati solista con mensajes de textos, de “Gracias Totales, Te amo, mi amor”. Sentado en el avión me sentía en mi mente en primera clase, junto a mi ahora colega Ignacio quien fue el cómplice de tamaña sorpresa; nos íbamos de Maracaibo rumbo a Caracas , donde nos aguardaba Humberto que se había ido a vivir con su familia de Capital para trabajar allá.



    Sentía la emoción de un niño suelto en juguetería antes de Navidad sin límites en la lista; con tantas primeras veces en simultáneo: la primera sensación de viajar por aire detonó ganas de hacerlo más allá de mis fronteras, mi primer concierto de Cerati… el primero de varios pensé equivocado, ignorando el destino que le esperaba al cantante años después. Definitivamente solo tenemos el presente, el pasado ya se fue, y el futuro, son unos dados con lo que Dios está jugando. 





        Sin olvidar la primera vez que recibía tan grande y hermosa muestra de afecto de una persona que yo amaba de la misma manera de vuelta. Era DiCaprio en el Titanic, literalmente the king of the world. Levitaba más allá de los propulsores y las alas del avión, y como cerraba una película de ese mismo 2006, en la voz de WIll Smith: “Esta parte de mi vida... ¿Esta parte justo aquí? Esto se llama "felicidad".  


        Después de aterrizar y tomar un taxi, estábamos al fin los tres juntos en el Centro Comercial donde se realizaría el concierto, a horas de que iniciara y todos muy cansados, así que pensamos que lo mejor era quedarnos allí para evitar que el tráfico o cualquier imprevisto nos arruinara o retrasara el evento. Decidimos entrar al cine ver la película con menos público  y a punto de iniciar para sentarnos a dormir hasta los créditos finales que en teoría coincidiría con la hora pautada en que abrirían las puertas de la azotea y así poder hacer fila para disfrutar del Show de Cerati. La pelicula en cuestion era The Prestige con Christian Bale y Hugh Jackman. Definitivamente fue un acto fallido desde el inicio.



    Nuestro párpados pasaron de pesados a punto de cerrarse como persianas antes de dormir, a estar abiertos de par en par. Entre lo cool de tener a Wolverine y a Batman como dos magos que se enfrentaban para demostrarle al otro quien era el dueño del mejor truco, se encontraba la verdadera magia, la precisión en el arte y técnica del director Christopher Nolan, gracias a su obra en ese tiempo me motive a tomar una handycam y hacer mí primer corto. Lo admiraba desde su película de culto Memento(obra que junto a "El Tunel de Sabato me inspiro a escribir mi primera historia) y por la milagrosa y salvadora para los fan del murciélago, Batman Begins, pero ese día corrobore que sus historias comparten un hilo conductor, palabras y definiciones claves y una declaración de intenciones desde el inicio de sus creaciones, en este caso, la historia era un truco, con tres partes:  la presentación, en que se muestra un objeto ordinario; la actuación, donde se hace algo extraordinario con ese algo común; y la prestidigitación, cuando  debe hacerse reaparecer la cosa o persona desaparecida. El acto nunca termina pues "el sacrificio es el secreto de un gran truco". De la misma manera desde el principio el secreto de la historia estaba a la vista, solo se disfrazó de algo extraño para engañarnos y sorprendernos con un final que ilustraba la idea principal del argumento, la obsesión y lo que ella arrastra. 




“Chica con ojos de ayer
Sé que vibras también
La extraña sensación
De no pertenecer a este mundo
Como en un trance
Ya tantas veces morí
Nunca me pude ir
El arte de vivir
Por encima del abismo
Estoy condenado a errar
(De amor en amor)
Poseídos por el más allá
Poseídos por el más allá”



El concierto estaba por terminar cuando la letra de una canción impactó contra mi musa más certera. Podía cerrar los ojos e imaginarme en un cine escuchando a la canción Médium como la música de los créditos finales de la película en que se convertiría algún día la historia que estaba escribiendo desde hace 3 años y que aún hoy revolotea entre mis metas por cumplir. El amor mas allá de los cuerpos, almas trashumantes que como imanes y metales se buscan hasta fusionarse, después de la muerte dejando rastros, recuerdos y mucho aprendizaje. 




Todo terminó con una “Gracias por venir” en su Puente. Con Cerati tome el hábito de agradecer, del Gracias Totales, de escuchar su música cuando me siento a escribir y a entender de que somos los que nos gusta, lo que nos apasiona y hacemos. Volvimos a casa de Humberto y mas allá del agotamiento nuestra emoción nos mantuvo despiertos hasta el día siguiente cuando tocaba tomar otro avión de regreso. Un retorno en el que volví sereno, agradecido y enamorado, de Angela por tanto amor, de Cerati por tanto talento, de Nolan por sus historias que me inspiran a tener las mías, ya que su obra es como un reloj de horas y conceptos:



Following sobre el engaño, Memento sobre los recuerdos, como Insomnia de la culpa, Batman Begins de los miedos, The Prestige la obsesión, The Dark Knight el caos, Inception los sueños, The Dark Knight Rises el dolor, Interstellar el amor, Dunkirk la supervivencia, Tenet lo cíclico y Oppenheimer el genio y su tormento (el genio que sale de la botella y antes de volver a entrar quizás pueda romperla) Doce películas, doce horas, el tiempo y su relatividad. Conceptos conectados en lo que nos hace actuar como humanos: pensamientos y sentimientos entrelazados, contradictorios, saboteando y ayudándonos.






Así analizando las obras de esos dos genios de las artes que más disfruto regrese a Maracaibo. Humberto nos contó a los días que ese fin de semana del concierto intentó entrar con su novia a una discoteca exclusiva, le habían negado el acceso pero había visto a Cerati que apenas había entrado y le juro al seguridad que el había venido con el cantante, y tal cual un milagro del Dios Música, Cerati escucho, sonrió y dijo “el pibe viene conmigo”, luego con un gesto se despidió de mi amigo y siguió en lo suyo pero le regalo una épica anécdota a su fan. Yo por mi parte llegue loco a terminar la historia de Existencias Ajenas y a viajar con Ángela a un pueblo hermoso llamado La Puerta en Venezuela, para proponerle matrimonio a quien sería mi esposa. 


Próximamente continuará el viaje con una vuelta a Pandora








martes, 9 de mayo de 2023

Luz, cámara y recuerdos: el top 10 de películas que moldearon mi vida. Parte 4

Parte 1

Parte 2

Parte 3

Fellowship of the ring (2001)


Era Diciembre del 2001 cuando caminaba a días de navidad con Ignacio, mi amigo del colegio y ahora de universidad que me acompañaba a matar el tiempo tal cual mallrats en un centro comercial antes de volver a casa. Nos detuvimos en el área de cines y escogimos la función más próxima sin darle muchas vueltas. Compramos entradas para la primera película del Señor de los Anillos, y en mi caso, aparentemente por quizás vivir en una cueva o bunker no tenía ni idea de esa adaptación y de la obra de Tolkien; sinceramente hace 20 años lo más cercano a fantasía que veía era Star Wars, que en sí misma es una mezcla de aventura, fantasía y ciencia ficción.

La película de Peter Jackson de entrada con un prólogo épico en todo el sentido de la palabra, me atrapo, es lo que yo llamo un film con magia dentro y fuera de la pantalla, un clásico instantáneo, pues hay películas entretenidas, buenas o excelentes, pero obras maestras hay pocas y La Comunidad del Anillo lo es. Fue un privilegio poder disfrutar por primera vez en una sala de cine esa amalgama entre un buen guión, elecciones de casting que calzan como guantes, banda sonora y puesta en escena magistral, sin margen de error, y ni hablar de algo novedoso a principio de este siglo, el uso a ese nivel de la colorización. Colores vibrantes, con un brillo que casi difuminaba la nitidez de la imagen, lograban su cometido, hacerte sentir en una Tierra Media, en un lugar donde existían los elfos, enanos, magos y hombres, y tal cual A New Hope, Alien o Blade Runner, que empleaban el ”futuro gastado” el Señor de los Anillos se sentía como un lugar fantástico que no parece nuevo o falso, un universo donde generaciones han transitado, sudado y luchado.

        Salimos de la función y fui al cumpleaños de Hugo, un amigo y vecino que de seguro lo debí haber aburrido al contarle, sin el haberlo pedido, en detalle y cuidando los spoilers,  lo que fue ver esa película. Como evangelizando a todo el mundo ese fin de año y principio del siguiente sobre los apóstoles Tolkien y Jackson . Era esa sensación adictiva de nunca tener suficiente, y así, que a diferencia de como me pasó con Batman con el que entendía que tendría que esperar años para ver otra versión después del desastre que fue Batman y Robin con George Clooney, y también comprendía, que entre pelis de Star Wars era incluso mejor la diferencia de años para poder deleitarme con nuevos avances de tecnología, en este caso al saber que los libros estaban escritos en ese momento desde hace casi medio siglo, era cuestión de sentarme a leer la joya que nos dejó J.R.R. Tolkien.



    Fue la primera vez que compraba libros por gusto y con ansiedad de terminarlos, antes eran los clásicos que asignaban en el colegio y me traían mis padres, y si, muchos me llegaron a gustar, como los de Garcia Marques, Sabato o Quiroga, pero esto fue otra cosa. Logre adquirir una versión de colección que unía la trilogía del Señor de los Anillos como quería publicarla originalmente el autor, en un solo libro que  incluia un diccionario para las lenguas de las distintas razas, glosario, ilustraciones de Alan Lee y mapas. Como si fuese ayer, siento la sorpresa y suspiro al final de la primera parte de las Dos Torres, Sam golpeando las puertas luego de no poder hacer nada cuando se llevaban unos Orcos a Frodo, por qué él equivocadamente lo dejó al creerlo muerto. Me sentí como un idiota por burlarme antes de mi amigo Humberto, quien era fan de Harry Potter, para mi , eran “cosas de niños”; en (realidad fue la inseguridad de cuando te importa mucho lo que digan los demás de tus gustos, pues lo que criticamos o de lo que nos burlamos, muchas veces es un reflejo de complejos e inseguridades) me tocaba comerme mis palabras y las paginas de J.K Rowling.


        Cada novela de fantasía que me devoraba junto a mi primo Alex durante el año siguiente fue casi como un analgésico para transitar aquel 2002; nos lanzábamos entre sí libros, tomando turnos capítulo a capítulo, y así, leímos juntos el libro Harry Potter y el Caliz de Fuego, de un mueble a otro donde nos recostábamos en la sala de mi casa en aquel año denso y doloroso para todo venezolano, al ser el año que marcó el inicio del fin de 40 años de democracia. Hace 10 años, en 1992 un militar llamado Hugo Chávez había intentado dar un golpe de estado, pero fracasó, estuvo en prisión y luego, gracias a una jugada política de esas típicas, absurdas y que condenan a los ciudadanos en Latinoamérica, fue indultado, así que allí estábamos una década después con Chávez como presidente, y mucha gente con el sabio mal presentimiento que nada iba a terminar bien. 


        Ese año transcurrió entre protestas multitudinarias por las acciones del gobierno que buscaban modificar la constitución del país para hacerla a su medida,  atentando con las libertades de expresión, políticas y económicas, eso llevo a paros, protestas que redundaron hasta volverse en una gran marcha en Caracas, la capital, que terminó en una masacre. El presidente apostó francotiradores en un puente, tumbó la señal de televisión abierta y comenzó la balacera. Una acción brutal que impulsó a que el alto mando militar le solicitara su renuncia, y así logramos nuestro falso día de libertad, pues tras muchos “errores” (esos que cuando se repiten demasiado durante los años te hacen dudar si son accidentes o al azar)después de solo un día, lo tuvimos de vuelta en cadena de televisión con un cristo en  la mano, y bajo la manga muchas medidas como el control de cambio, cierre o compra de medios de comunicación y la elección indefinida como herramientas para cristalizar lo que ya tiene mas 24 años,  un neo narco totalitarismo, ya que la oposición en Venezuela, nunca ha tenido realmente un plan ni una benigna intención de gobernar, son como Hydra y Shield o los cerdos en la Rebelión en la Granja, esperando a que nuevo caballo sacrificar.   








    Las historias de Sauron, el anillo único, el poder absoluto que corrompe absolutamente, o las de Voldemort, el que no debe ser nombrado, y que busca aniquilar a cualquiera que piense diferente o pueda ser su adversario, lograban tres efectos en mi, distintos, parecidos e incluso contradictorios; por un lado lograban que mi mente viajara lejos de aquel escenario nacional y se maravillara con la imaginación que hizo posible el pasaje del libro Rowling, en el que Harry Potter junto al cadáver de Cedric Diggory debe enfrentarse con Voldemort, o aquel en el Retorno del Rey en el que Eowyn junto a Merry derrota al Rey Hechicero; y por otro me inspiraban a crear mis propias historias, me resultaban ficciones que decían verdades, ficciones que le podían ayudar a cualquier lector con desconocimiento de historia mundial, al darle con sus historias pistas para reconocer en cualquier líder o político a un potencial megalomaniaco.


        Así que en ese 2002 me vi alternando entre participar en protestas contra el régimen, la universidad, escribir mi primeras historias de ficción, ver en casa de Humberto el trailer de Las Dos Torres con la música de Requiem for a Dream, y mi primera relación seria con una tremenda chica llamada Verónica, que me acompañaba en todo lo anterior. Con ella siempre estaré eternamente agradecido, pues fue una mezcla entre novia y mejor amiga y casi mi cheerleader personal, ella leía cada página que escribía, páginas que se volvieron mi primera novela (por ahora sin publicar) y que sirvió de base para mi tesis de grado en la Universidad, una radio novela de suspenso, El hombre sin rostro , que no debe extrañar de que tiene en su musicalización fragmentos de la banda del señor de los anillos. Definitivamente, habían demasiados sentimientos contrastantes conviviendo en mi durante esos 12 meses. 

        Llegó diciembre del 2002 y con él un paro petrolero que buscaba nuevamente derrocar al presidente, un paro que significó una herida en el corazón de Venezuela, una herida aún abierta. El intento fracasó y a la vez se prolongó más de lo debido, causando un daño irreparable en el país. Ingenieros y trabajadores de la industria perdieron sus trabajos, derechos y en muchos casos hasta su hogar. Pequeños y grandes empresarios y dueños de negocio no afectos al gobierno sufrieron la misma suerte. Más encarcelados, desaparecidos y muertos en vano. Recuerdo tristemente a uno de ellos, al padre de mi amigo Eduardo, quien se encontraba entre esos despedidos injustamente y que paso de tener una vida con ciertos lujos a vender papas fritas de forma ambulante en un bar (una noche con tristeza me lo encontré y le compre un paquete con dolor) poco tiempo después murió de un infarto, se presumía que a causa de una depresión. 


        Una negra navidad en que muchos no tenían gas en su casa o gasolina, cocinaban con leña y se reunían con amigos, familia o vecinos para hacer trueque con lo necesario o sencillamente pasar el rato al no poder ir al trabajo. Mi gran videoteca era una suerte de Cinema Paraíso en mi edificio, cambiamos de departamento cada tarde o noche que nos dábamos entre sí ánimos y distracción con un poco de cine.


        Obviamente mi colección con algunos títulos de “dudosa procedencia” pero con impecable calidad de imagen, incluían a las dos primera películas de Harry Potter, el Ataque de los Clones de Star Wars y la que no llegó a estrenarse sino meses después en Venezuela: El Señor de los Anillos, las Dos Torres. Ver la escena del todavía no Emperador Palpatine en Star Wars en la que pedia poderes especiales más allá de la ley por el bien de la República Galáctica y su democracia, resonaban en ese momento tan próximas y dolorosas. 

        Como diría Padme Amidala tres años después en el Episodio III de Star Wars: “Así muere la democracia, con aplausos atronadores”. A lo que agregaría cada vez que siento la tentacion de desearles la muerte, las palabras de Gandalf 

“Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.”






     El viaje por la Tierra Media fue una aventura que abrió mí imaginación, un viaje que terminó de una forma magistral con el Retorno del Rey, una película que hizo que la gente un 25 de Diciembre corriera a comprar entradas en estampida cuando abrieron las puertas del Cine. Una obra maestra no solo literaria (uno de los pocos libros que he leído más de dos veces) sino cinematográfica, con un cierre de trilogía que ganó 11 Oscar, una hazaña que solo 2 películas más lo han conseguido (Ben Hur & Titanic). 




         La saga de Lord of the Rings más de 20 años después sigue siendo junto a la trilogía original de Star Wars y Back to The Future, historias en 3 actos hechas de forma inmaculada y si se quiere merecen quedar intactas, no necesitan remakes ni reboots ni nada que se le parezca, son perfectas. Ahora la obra de Frank Herbert, Dune (libro que como el de Tolkien influyó a la fantasía y ciencia ficción hasta la fecha) ha sido adaptado por un director a la altura del desafío, Denis Villeneuve (Prisioneros & Arrival) así que toca esperar cuando se estrene su última entrega, para ver sí esa obra acompañará a las películas de Peter Jackson, George Lucas y Robert Zemeckis. El tiempo lo dirá pero soy optimista, la fantasía que transmite realidad, nos cambia la vida.

Continua con un viaje de vuelta a la mente de Christopher Nolan